martes, 25 de agosto de 2009

¿Por qué te vas? ¿Por qué te vas?

Recientemente me han hecho esta pregunta. ¿Cuál es la razón por la que me marcho a NY con billete de vuelta pero sin “fecha de vuelta”? Es cierto que siempre hay razones para marcharnos de un lugar. Puede que cuando tomamos la decisión nos sintamos de una forma y después, cuando tenemos el billete en la mano, cambiemos de parecer y tengamos que buscar nuevas excusas para marcharnos. Sin embargo, ¿Hay que justificar siempre nuestras reacciones? ¿Sobre todo teniendo cuando que esas reacciones son a causa de la acción del amor, o mejor dicho del desamor?

Cristo Rodríguez

El otro día me encontraba hablando, a través de Facebook, con un amigo (ex–amante) de la situación de su país
y de lo dura que se está poniendo allí la situación gracias a la actividad cada vez más caciquista de su presidente. Al terminar mi jornada laboral me marché a disfrutar del gazpacho que había preparado el día anterior no sin antes despedirme. Cuando llegué a casa tenía un mensaje de mi amigo en el que me preguntaba si podía venir a mi casa a tomar un poco de gazpacho. Yo muy educadamente le dije que sí, al fin y al cabo después de casi cinco meses sin vernos ya tengo el corazón curado y el tipo es bueno para conversar.
La situación por la cual llegamos hasta esta quedada, es muy sencilla y a la vez complicada. Después de meses de conocernos vía Bakala y Messenger, a fines del 2008 quedamos para formalizar ese polvo tantas veces dialogado cibernéticamente. El motivo por el cual tardamos tanto en quedar fue, sobre todo, mi actitud reacia hacia el casquete rápido. Cuando se es una persona que busca el amor, aunque uno no se de cuenta, no te sientes cómodo con ese tipo de relaciones tan frías. El tiempo hablando y, evidentemente, el calentón, que todos de vez en cuando tenemos, fueros los motores que me hicieron ir hasta la casa de “el calvo”. Quizá no suene demasiado bien, pero como siempre tengo tantos líos, necesito nombrar a las personas con algún tipo de calificativo para que mis amigos se enteren de quién hablo cuando les cuento algo. Por esa fecha, además de “el calvo” yo estaba quedando con un par de personas más y algún que otro esporádico, todo esto, evidentemente, llevaba a mis amigos a un no comprender la situación si le hablaba de nombres e, incluso, me hacía perderme a mí mismo.


Comienzo inesperado
Después del polvo me quedé a dormir con él. A la mañana siguiente salió a comprar el desayuno y cuando llegó devoramos casi todo. Entre arrumacos y caricias me dijo que tal y como estaba se encontraba bien y que no quería ningún tipo de relación por el momento. Quizá una relación tormentosa lo había roto y en su proceso de recomposición sólo le apetecía disfrutar del momento, pensé. Yo por mi parte lo comprendí y acepté la situación. A partir de ese momento seguimos quedando bastante a menudo y de una u otra forma yo fui perdiendo el rumbo. Fines de semana completos juntos, compras en el súper, alguna que otra salida nocturna, mañanas de domingo despertando entre café y periódico, pinnics caseros encima de la cama... Y, para colmo, un Madrid nevado como nunca antes había visto. Todo cubierto de un aura de romanticismo que fue carcomiendo mi apetito sexual por otras personas y aumentando mi deseo de todo tipo hacia él. Cuando me quise dar cuenta, a mediados de marzo, me encontraba enamorado de alguien que, si tenía claro algo en la vida era que, no estaba enamorado de mí.
Después de una noche de cumpleaños de verdadera locura y una corta charla, yo volví a mi casa a recomponerme de nuevo, y él siguió con su vida sin más, como suele ocurrir en estos casos.


A recomponerse
Tras unos meses con poco contacto a través de Messenger, Facebook y algún que encuentro callejero, fuimos recuperándonos amistosamente y esto nos lleva hasta el momento en el cual “el calvo” se encontraba en mi casa.
Entre sorbos de gazpacho, cigarrillos y algún eructo encubierto, fuimos manteniendo una conversación que derivó en mi futura marcha a Nueva York y con el tema la famosa, e insistente, pregunta ¿Por qué decidiste irte? Yo le respondí lo que siempre digo a todo el mundo. Dos de mis pocos amigos (los de verdad, no los “seudo”) se van de la ciudad, una tercera está casada y la que resta no tiene mucho tiempo para mí… Así que, excusa perfecta. Si me quedo sólo en esta ciudad ¿Por qué no estar solo en otra ciudad cualquiera? Esa es la respuesta oficial. Y aunque en esa contestación hay mucho de verdad, lo que no quise decirle, pero supongo que ambos sabemos, es que el motivo por el cual tomé esta decisión fue él. A fines de Marzo me encontraba tan mal que, una vez que supe que mis amigos se iban, decidí marcharme también. Aunque claro, la cosa cambia y lo que, en principio, era un motivo lo suficientemente fuerte para largarse de Madrid, se ha ido disipando, al igual que el amor.
Cuando uno se va de un lugar hay multitud de razones. Muchas cosas para responder, muchas verdades que, a veces difieren. Yo me vine de mi Badajoz natal para ser actor en Madrid, aunque también buscaba el amor (casi desesperadamente), ninguna de las dos cosas salió bien, igual no lo intenté con todas mis fuerzas o, quizá, erré el camino. Ahora me marcho a NY, motivado por un desamor que ya pasó y en busca de un nuevo amor que no sé si encontraré. Pero lo mejor está en eso… En el no saber…

Con esta, digámoslo claro, huida, también surgen muchas dudas, miedos... ¿Y si espero más de lo que NY ofrece? ¿Huir de nuevo? ¿Qué ocurre si encuentro el amor antes de irme? Y la peor de todas, en mi caso, ¿Y si ya lo he encontrado…?

1 Comentário:

Anónimo dijo...

¿porque te vas?
Para compartir, para encontrar, para reaccionar,para descubrir para reconocer...
Todas causas buenas, todas causas válidas.
Todas las aventuras merecen la pena si se viven intensamente.
Tengo algo para tu maleta, no te vayas sin ello,vale?
UN besin
Rebe

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