martes, 25 de octubre de 2011

El sexo y la demanda

El postulado de la oferta y la demanda del mercado no salieron de la nada. Ya estaban ahí antes de que un listo con más cara que espalda decidiera utilizarlas para unos fines tan oscuros como los del liberalismo (nuevo y antiguo) más exacerbado. Pero como todo no es negro ni blanco ahí está el sexo para demostrarnos, una vez más, que el principio de la oferta y la demanda pueden ser un buen aliado.

Por Cristo Rodríguez

Yo he de decir que aún sigo en una medio-feliz-relación, supongo que la felicidad completa no es posible y más después de casi dos años, que no sabemos cuando durará pero que ahí sigue. Aún así, de vez en cuando a uno le gusta salir a lucirse un poco, por aquello de seguir sintiendo que, aunque poco, vale algo en el mercado y demás. Esa era mi actitud del pasado sábado, quería salir un rato para ver que se cuece por los bares de Oslo y como esta el mercado. Una simple ruta de inspección para ver a como están las ofertas del Día. Por supuesto yo no iba con la idea de que alguien se fijara en mí, con esa idea, o más bien deseo, he salido en Madrid muchas noches y me he vuelto a casa sólo, caliente y con ganas de no salir nunca más.

Así que así estaban las cosas y en dicha ruta de inspección me encontraba cuando, nada más llegar al bar y acudir a la barra a pedirme una bebida de cola, un señor, el número 1, comienza a hablarme. Como vio que no le hacía caso me agarró el brazo. Después de ver mi cara, evidentemente, aparto su mano y sin palabras me pidió perdón. A pesar de la incomodidad de que me tocase un señor así de la nada, sobre todo cuando yo había decidido ignorarlo deliberadamente, alguien se había fijado en mí, y eso era digno de destacar.

Cuando por fin el camarero se digno a atenderme, darme mi refresco (¡sin vaso!), esperar a que me diese el cambio, pedirle por favor un vaso con hielo para echar el refresco y esperar, otra vez, por el vaso que me debería haber dado junto con mi refresco, me adentre en la marabunta de hombres hasta encontrar un lugar en una esquinita donde poder estar tranquilo y mirar si me apetecía, pero no ser visto.

Desde mi posición podía ver una mesa de billar y como unos chicos estaban jugando. Pues allí me quedé observando la partida y bebiendo mi refresco tan tranquilamente. En esto que una presencia comienza a acercarse a mí disimuladamente hasta que el disimulo se convirtió en un “hola, ¿cómo estás?”, todo esto en noruego, por supuesto. Chico número 2. Yo le respondí que bien y el siguió preguntando, hasta que capto mi indirecta de que pasaba de hablar con él, claudicó y se fue.

Una vez liberado de una conversación estúpida que no va a ninguna parte a no ser que el deseo de ambos parlantes sea el de echar un polvo, seguí observando la partida de billar. Al poco rato otro chico, número 3, que llevaba intentando un acercamiento desde antes que el chico nº 2 viniera a hablarme, llegó al punto de borrachero en el cual no te importa lo que pueda pasar, tú te lanzas. “Hola, ¿Cómo estás?”, de nuevo. “Bien gracias”. La conversación de besugos terminó en un obligado “¿te invito a una cerveza?”. Como yo estoy en mi etapa de abstemio y como, por el momento, me puedo pagar mis propias bebidas le insistí mucho en que no quería nada. A pesar de ello él fue a pedir las bebidas.

Entre tanto, y aprovechando la ausencia del susodicho, otro chico, número 4, se acerco a mi con la misma intención que los anteriores pero de una forma mucho más inteligente. “Hola, ¿qué tal? Ya he visto a esos chicos como te hablaban y tal ¿qué te cuentas?”. Yo, como es típico en estas situaciones, sonreía y de decía “ya, ya…”, sin saber qué coño decir en realidad. Qué más se puede decir si yo creo que el tipo, a esas alturas, me tomaba por un sex-simbol, chuloputas, heterosexual o calientapollas, no se qué adjetivo me gusta más. Después el chico siguió hablando de que a los nórdicos le gustan mucho los hispanos, etc., etc. El caso es que, como estoy en una relación medianamente feliz, pues no le di mucha coba, y el chico sabiendo que no iba a obtener lo que quería, dijo adiós, dio media vuelta y volvió con sus amigos.

Ha esa altura de la noche, y tras esa frase del chico número 4, fue cuando comencé a pensar en lo de la oferta y la demanda. Yo que en Madrid me comía los mocos por comerme algo, aquí siendo el mismo YO empalmaba un chico tras otro, figurativa y literalmente hablando. Andaba yo en mis tribulaciones cuando otro espécimen se acercó a mi para darme conversación. El señor número 5. A esas alturas, y vencido el pudor de que se acercasen a ligarme, comencé a hablar con él. Sin muchas florituras para que no se pensase cosas que no son y, en cuanto tuve oportunidad, saqué a relucir a mi novio para que no hubiese lugar a errores y se entendiese que mi conversa era puramente por educación o diversión.


En esas estábamos el señor número 5 y yo cuando, de repente, llegó el chico número 2 con una cerveza para él y un refresco para mí. El señor nº 5 preguntó “¿Quién es ese?”, yo conteste “Un chico” y el chico nº 2 dijo “¿Un chico?”. Una extraña situación que terminó con el señor número 5 excusándose y marchándose.

El chico número 2 siguió hablándome y, como el nivel etílico en sus venas era cada vez más elevado, me dijo la frase de “que suerte tienes, ligaras mucho porque a los nórdicos le gustan mucho los hispanos”, seguida de un “bueno, a mi también me gustas”. En ese justo momento fue cuando me di cuenta de que era hora de irme a casa y dejar al chico número 2 que terminase su cerveza y, que de paso, se bebiese el refresco que yo ni siquiera toqué.

Aunque parezca mentira, todo esto ocurrió en poco menos de hora y media. Por lo tanto, aquí es cuando llegamos a la consabida ley. Yo, un producto que en España esta totalmente devaluado y que tenía una vida sexual reducida al puteo cibernético porque en el mundo real no tenía muchas posibilidades de ser visto, aquí, donde una gran mayoría son tan guapos que podrían perfectamente ser modelos, paso a ser un objeto exótico y de difícil acceso el cual resplandece y se ve aunque se lo arrincone. Así que, ahora es cuando viene la parte positiva de la teoría atribuida a Marshall. La parte en la que se explica como cientos de pollas hispanas, que son de un perfil normal-bajo en sus países de origen, pueden venir aquí y disfrutar de lindas pollas blancas, rubias y con ojos azules dignas de aparecer en cualquier cabecera de cualquier revista española.

Con lo cual. ¡Pegaos un viaje y a disfrutar de la oferta y la demanda!

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