jueves, 9 de agosto de 2012

¿Y ahora dónde coño estoy?


El amor. Esa palabra tras la que muchos pasamos corriendo toda nuestra vida. ¿Pero es esto así? ¿Corremos, en una carrera desenfrenada, a lo largo de nuestra vida buscando el amor? ¿O corremos buscando algo que no tenemos ni idea de lo que es?

Por Cristo Rodríguez

Durante gran parte de mi vida, y de este blog en concreto, he dicho muchas veces ir buscando EL AMOR, no un amor cualquiera que rellenase mi vida con dulces y caramelos, no ese no el otro, el grande. El caso es que, de un tiempo a esta parte, cada vez que pienso en tener una relación estable con alguien en concreto, el ligue de turno por ejemplo, me entran unas horribles ganas de vomitar. Así, sin más, no importa lo maravilloso que ese alguien sea, mi estómago comienza a revolucionarse y empiezo a sentir una sensación extraña en mi garganta, algo así como si unas pequeñas manos internas la estrujasen desde dentro. No me cuesta respirar ni nada de eso. Lo único que me ocurre, con esas ideas de formar una pareja,  es que estoy a punto de vomitar. Con lo cual, para no acabar echando por la boca los maravillosos platos de comida que me meto entre pecho y espalda últimamente, tengo que parar de pensar en ese ligue de turno como una futura pareja.

Esto me ha hecho recapacitar últimamente. Yo, que durante tanto tiempo he perseguido de forma enfermiza, o casi, el amor, me encuentro ahora inhabilitado para ofrecer o tomar parte del juego amoroso. ¿Será que nunca he querido eso en realidad?

Desde pequeño las imágenes de familia perfecta nos invaden allá dónde vamos. Incluso algunos famosos pretenden convencernos de que la familia perfecta existe. Últimamente, y con motivo del movimiento reivindicativo gay a favor del matrimonio homosexual, se nos está incluso vendiendo la perfecta imagen de familia homoparental. Pero, hasta la fecha, yo no he conocido a un matrimonio perfecto en mi vida, más allá de las películas de Hollywood o de las maravillosas postales fotográficas que algunas campañas publicitarias y revistas nos ofrecen. Todas las parejas tienen algún fallo. Todas las parejas que he conocido, hasta las que parecen más perfectas, tienen un resquicio de imperfección visible, que si rascamos con perseverancia se nos muestra una gran montaña de imperfección. Aún así, los medios, nos hacen crecer con la idea, y desgraciadamente el anhelo, de la familia perfecta. ¿Será eso lo que vamos buscando? O peor aun, ¿será eso lo que YO voy buscando?

Cuando era bien pequeño una idea fija fluía libremente por mi cabeza, “no me voy a casar nunca, voy a ser una persona que disfrute vagando por el mundo, descubriendo nuevas ciudades, personas, culturas…”. Con el tiempo esa idea fue siendo emparedada en el muro más interno de mi cabeza por bellas imágenes disneynianas de familias perfectas. El caso es que esa idea de niño ha seguido ahí en mi cabeza durante años, creándose así, sin yo enterarme (mucho), un ser psicopático que a la vez que quería ser libre se empeñaba en buscar el amor y mantener una relación, y así, ninguna de las dos opciones me hacen hoy completamente feliz.

A pesar de ser, en cierta medida, el chico que cuando era niño quería ser, no me siento completo estando en soledad. No se si es por influjo de la cultura de la perfección o si es porque en realidad las personas necesitamos estar acompañadas, por alguien especial, que se encuentre a nuestro lado en el camino. Aunque esta relación este bien lejos de la perfección.

Por ahora, y para no volverme loco, creo que me quedaré con el amor superficial y volátil que ofrecen las relaciones cortas, cosa que últimamente parece satisfacerme mucho más. Tener unas cuantas parejas a la vez, con las cuales ir al cine, cenar, pasear por la ciudad, tomar café y, por supuesto, practicar sexo. Un sexo que cambia constantemente a la vez que las parejas con las que dicho sexo se practica. Eso sí, siendo en todo momento sincero y claro con dichas parejas. Nadie tiene derecho a “joder” la vida de nadie de forma gratuita.

martes, 7 de agosto de 2012

De cuando el sexo era por placer...


Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que practicar sexo era una búsqueda de placer constante. Luego esa búsqueda se enturbió con la llegada del amor y con la perdida de el. Después del amor llega el momento del desfase sexual, lo único que uno necesita es sentirse “querido” de nuevo, pero esa etapa pasa rápido y más rápido aún cuanto más mayor es uno.  Tras esta fase se entra en la normalidad y se vuelve a disfrutar del sexo, pero, por desgracia, esto no ocurre en todos los cosas ni con todas las personas.

Por Cristo Rodríguez

Llevo mucho tiempo sin escribir, lo sé. He estado, aún sigo estando, muy ocupado conociendo las diversas oportunidades sexuales que ofrece esta ciudad. También estoy enfrascado en la búsqueda de trabajo, que todo no puede ser follar, comer, dormir y disfrutar. Pues en el transcurso de este tiempo, que ha pasado desde que no escribo, he conocido/descubierto a varias personas. Algunas de ellas me han gustado más otras menos y viceversa. El caso es que hay uno de ellos a los que yo le he gustado un poco más de lo debido, en el terreno sexual me refiero, y, por lo tanto, no para de requerir mis servicios a través de mensajes de texto, llamadas y diversas páginas de contactos masculinas.

Cuando hablamos todo se sumerge en sexo, de él emanan solamente comentarios sexuales, habla sobre mi entrando en él, habla sobre cuanto me necesita dentro, de cuanto le gusta mi pene, de las cosas que haremos y desharemos… Eso no esta mal sino fuera por que esta persona en cuestión, llamémosle “O”, necesita tener mucho sexo porque está siempre caliente, se masturbarse varias veces al día, su record está en siete y subiendo. Algo que yo no puedo, en mi situación actual de treintañero sin una estabilidad ni física ni psíquica, satisfacer. Con lo cual mi nivel de agobio es, quizá, entendible.

Cuando quedamos tengo la sensación de que tengo que dar la talla, debo estar a la altura que un onanírico empedernido merece. Y esto hace que el sexo para mi no sea ni placentero ni divertido ni nada (mi cara se entristece). Entre otras cosas.

“O” tiene la necesidad de tenerme dentro de su cuerpo. Eso quiere decir que EL quiere tenerme dentro de su cuerpo, con lo cual es EL quien quiere manejar toda la situación algo que para mi no es muy placentero, normalmente. “O” me tumba sobre la cama, me succiona un rato, me coloca un condón y se introduce mi pene sin miramientos. Así, como si yo no fuera más que un muñeco, o peor, un dildo, que el utiliza para su placer personal ¡¿Y qué pasa conmigo?!

Pues eso, ¿qué pasa conmigo?, pues yo sigo quedando con él y dándole el placer que puedo y, a su vez, procuro obtener el máximo placer posible. Pero el esfuerzo es sobrehumano y, a veces, arrancarle un trozo de placer a la bestia onanírica y engullona no es tarea fácil. Ahí es cuando me acuardo de que el sexo solía ser placentero.

Ahora estamos en el punto en el que él procura quedar conmigo y yo me busco alguna mala excusa para no quedar con él. Mis esfuerzos no se ven muy recompensados porque él tiene tantas ganas de mí que siempre encuentra el momento para verme y poseerse conmigo. Y a mi me faltan las escusas de vez en cuando…

Por  mi parte no se cual puede ser la solución, bueno sí, sólo se me ocurre que él encuentre otra pieza de caza mejor que yo y que me deje un poco de lado. Lo de terminar con esta “relación” no es  fácil, ya lo he intentado. Dos veces. Y no ha dado resultado. La primera, como suponía que él quería tener una relación seria, le dije que no sentía ni sentiría nada por él y que lo mejor era que no nos viésemos más. Su respuesta fue que no importaba, que mientras que tuviéramos sexo le parecía todo bien. En la segunda intenté por todos los medios encontrarle una pareja que casara con él mejor que yo. Su respuesta no fue mucho más positiva, ninguno le gustaba, con mi insistencia tan sólo conseguí que se abriese un perfil en otra página de contactos.

Por suerte, y a través de ese nuevo perfil, mi adicto amigo tiene una cita esta semana. Sólo me queda cruzar los dedos y encender una vela, cosa que no hago ni por mi, para que esta cita de “O” sea perfecta, se enamore, se case y tenga muchos hijos-perros-gatos-casas-tvdeplasma-mueblesdeikea-etc-etc con un pene más bonito, grande y perfecto que el mío.

P.D. Si leéis estos encended también una vela. Gracias.

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