domingo, 27 de diciembre de 2009

Amor de la nada

Es curioso como la gente puede llegar a enamorarse de la nada, del vacío. Hay personas cuyo deseo de encontrar el amor es tan grande, que creen enamorarse de alguien sólo por el sonido de su voz o por verlo en unas cuantas fotografías.

Cristo Rodríguez

No me interesa juzgar si eso está bien o mal. Puesto que el hecho de ser un alma enamoradiza y de encontrar el amor mínimo una vez por semana, como, a veces, es mi caso, no está mal. Siempre y cuando esto no nos rompa el corazón. Puedo decir, que aunque a veces pierda la esperanza, este no es mi caso. Me afecta durante un rato, como a todos, pero rápidamente me recupero. El amor está ahí fuera y yo pienso tropezarme con él…

Lo que no me parece tan correcto, por lo que se refiere a los demás y a uno mismo. Es cuando este enamoramiento repercute tanto en uno que llega a afectarle psicológicamente.

No hace demasiado tiempo conocí a un hombre por Internet. El tío parecía majo y me invitó a pasar un fin de semana a su casa. Él vive en Boston y como yo quería ver la ciudad creí que era una buena idea. Además parecía majo y, por las fotos no estaba mal, no es que quisiera nada con él, porque parecía que no iba en esa línea, pero en las relaciones de “amistad” homosexual la cosa siempre puede derivar en derroteros sexuales.

Una semana antes de mi partida el tipo se ponía en contacto conmigo casi a diario. Vía texto, llamada al móvil o mensaje en la Web. Esto me hizo pensar cosas raras pero lo dejé pasar.

A mi llegada el señor me recogió en su coche. Al verlo me quedé un poco extrañado pues no se parecía mucho al de las fotos. Aunque en Internet ya se sabe, mucho de lo que hay, incluida la información “veraz” de grandes medios, es mentira. Fuimos a comer a un restaurante italiano y allí me fijé en cual era la diferencia. Una palabra que muchos y muchas comienza a pronunciar a finales de los 30 principio de los 40, BOTOX. El hombre, llamémosle M, tenía una cara diferente porque era, de hecho, una persona diferente. Parecía más un felino que un ser humano.

Después de comer, caminamos por una ciudad que es casi tan fría como el Polo Norte, y al final me dijo que si pasábamos a comprar algo y después preparábamos la cena en su casa. Así lo hicimos, con algo de comida y dos botellas de vino nos dirigimos a su hogar, que resultó ser la casa de verano de sus padres. Una vez allí me dijo “gracias por venir” como unas cinco veces. Yo le decía que de nada y no entendía porque tanto “Thank you”, al fin y al cabo el favor me lo hacía él. Yo quería ver la ciudad y él me ofrecía su casa, a 30 minutos de Boston, en coche. Una vez colocadas las cosas en sus correspondiente muebles, M se acercó a mi y me dijo “Dame un beso” en un mal español, a mi me pillo por sorpresa y se lo di ¿qué puede hacer uno en esta situación? Después de esto se fue al baño.

Durante el tiempo que estaba en el baño, y viendo sus intenciones, pensé en como librarme de él. Y mi mente pronunció la palabra mágica, MIENTE. No soy yo mucho de mentir pero, al fin y al cabo, una mentira piadosa es mucho mejor que decirle a un tío que no te gusta nada por que tiene la cara más operada que Belén Esteban.

Cuando regresó y se acercó a mi le dije que lo sentía, que estaba enamorado de un chico y que no podía hacer aquello. Su cara mudó de color y se largo a su cuarto. Yo me quedé con pinta de compungido, que se note que uno es actor- pensé. Tras unos momentos de reflexión con su almohada, y tomar más de un barbitúrico, M volvió y me preguntó que si quería a alguien por qué había ido a pasar el fin de semana con él. Ahora el que mudaba la cara de color era yo. Yo pensé que esto era una invitación amistosa, no sexual y mucho menos amorosa. Pero en vez de decir eso, y dejándome arrastrar por la fuerza de la mentira que se iba apoderando de mí, seguí con una macabra historia sobre lo difícil de mi amor con el supuesto americano debido a la distancia, que fui a su casa creyendo que podría acostarme con otra persona, etc., etc. ¡Con lo fácil que hubiese resultado decir que no me gustaba y que yo pensé que su invitación era “de buen rollo” sin compromisos de ningún tipo!

Al parecer mi historia lo descolocaba cada vez más y, sin entender yo muy bien porqué, llegó un momento que se derrumbó. Comenzó a llorar y a decirme que él estaba soltero y que quería conocerme porque a sus 44 años no tiene nada en la vida y le apetece que alguien que lo quiera… Una gran cantidad de individuos de este mundo que tiene problemas psicológicos se dan cuenta de ellos e intentan arreglarlos antes de los 30, según mi psicoterapeuta. La mayor parte de las personas no se percatan de ello y siguen arrastrándoles hasta la muerte. Y sin duda, he aquí un caso claro. En vez de decirle esto, intentaba disculparme mientras, él, se bebía el vino a gran velocidad.

Mientras bebía, sentado en una mesa frente a mí, me comentaba, entre lágrimas, cuan horrible era su vida y lo necesitado que estaba de encontrar el amor. En su interlocución tuvo tiempo para acusarme de utilizarlo, decirme que él pensaba tener un fin de semana romántico conmigo, me reprochó que había limpiado la casa por mí, que qué esperaba yo cuando alguien conduce 30 minutos para recogerlo a uno y mil cosas más. También me enseño fotos de su juventud cercana, unos diez años atrás, muchas de ellas colocadas en la Web, y me dijo que la gente esperaba eso cuando quedaban con él, unos abdominales que ya no tenía y una cara distinta a la actualmente inyectada. Bueno, ¡¿Y que espera?! Quiero decir, si pones tus fotos en una página de contactos la gente espera que seas tú, ¡¡¡no tu amigo, tu vecino o el tú que fuiste hace 20 años!!!! Eso debía haberle dicho, pero preferí callar y dejar que el alma destrozada de aquel niño de 16 años corriese libre por la sala llorando sus penas. Tras largas horas de monólogo, interrumpido solamente por asentimientos de mi parte, fuimos a dormir.

Toda esta conversación me hizo pensar mucho, sin duda. ¿Cómo es posible que un hombre de 44 años llegue a amar a otro sólo por un par de fotos? ¿Es posible desear tan ciegamente el amor hasta perder el norte de la realidad? Ó ¿Es que esa persona ya había perdido en norte tiempo atrás? ¿Es infinita la esperanza y la fe en el amor? Y muchas otras más que quedaron sin respuesta.

A la mañana siguiente me levanté, me duche y arreglé mis cosas para irme. Sin casi hablar me llevó hasta la estación de “cercanías” más cercana a su casa y me dijo que el tren hacia Boston no tardaría en pasar. Parece que todo el amor, que románticamente me profesaba, desapareció entre la niebla de dos botellas de vino y varias decenas de tranquilizantes. Yo le di las gracias por todo, le deseé suerte en su vida y salí del coche con mi orgullo intacto y con el sentimiento de haber realizado la buena obra del mes. No se muy bien porqué pero me sentí tremendamente bien y feliz conmigo mismo…

lunes, 21 de diciembre de 2009

Activo, pasivo o neutro

A medida que la sociedad avanza hacia mayores cotas de libertad sexual, parece que el mundo homosexual va en retroceso. Una terrible clasificación inamovible, amenaza con tenderse sobre nuestras cabecitas “mariquitiles”. Mientras que muchas de mis amigas se regocijan contando cuantas veces han sido sodomizadas, otros de mis amigos (gays) juran y perjuran que nunca les han dado ni les darán por el culo.

Cristo Rodríguez

En este punto nos encontramos señores. Cual si de una novela de terror se tratase, parece que a las nuevas maricas postmodernas nos ha dado por meternos en tres armarios de los que no queremos que nadie nos saque. Activo, aquel que sólo realiza sexo anal si es él que penetra. Pasivo, goza solamente siendo penetrado y, además, le resulta menos cansado. Y el versátil, que es el nuevo bisexual del siglo XXI, es aquel hombre que disfruta tanto de ser penetrado como de penetrar a su pareja.

Una vez aclarado los “fenotipos” del mundo gay, hay que decir que es una clasificación estúpida y muy poco abierta ante el disfrute sexual. Además, hoy en día parece que ningún marica quiere ser pasivo. Es como si el hecho de que a uno le guste que le den por el culo lo convirtiese en menos hombre. ¡Pero a ver nena, si eres marica! ¿Que más te da eso de ser más o menos hombre?

Menos mal que la gente miente mucho por aquello de parecer un hombre de verdad (como cantaba Alaska años atrás) y que, por regla general, a todos nos gusta que nos den de vez en cuando. Porque si no, esto sería un mundo lleno de homosexuales que no practican la sodomía y todos tendríamos ganado el cielo ¡Que horror!

Hace poco me encontraba, casualmente, en un bar de “Christopher Street” y un par de chicos se acercaron a hablarme. No es que estuviera yo muy interesado, pero como estaba solo pues no venía mal un poco de compañía. Encontrabame intentando comunicarme con estos dos individuos, cuando a lo lejos vislumbré unos ojos que me estaban devorando. Sin premeditación ni alevosía, yo no se lo que son esas cosas, esbocé una sonrisa que me fue devuelta rápidamente. El chico, con la confianza típica que otorga la juventud, se acerco a mi grupo y comenzó por presentarse a los que él pensaba que eran mis amigos. A la presa se acerco en última instancia para espetarme un “what’s your name sexy?”. Yo solté mi nombre y en poco tiempo quedó explicado el lío de, estos no son amigos, no los conozco de nada y podemos irnos solos a cualquier rincón que te apetezca. Ese “rincón” nos acogió el tiempo en que tardé en tomarme medio botellín de cerveza, después fuimos a su casa. “Of course”…

Al llegar allí salió el tema “are you bottom (pasivo) or top (activo)?”. ¡¿Y que pasa si me gusta todo?! Respondí que depende del día y del tío y que en este momento y lugar era más “top”. A mi también me gusta que me follen el culo, pero para ello tengo que estar con alguien con quién realmente desee follar, no con un cualquiera que acabo de conocer en un bar de cuyo nombre no puedo acordarme… Él, muy orgulloso de si mismo, me dijo que también era “top” pero que podríamos hacer otras cosas, yo asentí, pues es muy cierto que el juego sexual es increíblemente extenso como para reducirlo a un simple mete-saca (por mucho gustirrinín que esto dé). Al poco tiempo de besarnos me susurró muy excitado que si quería penetrarlo, yo por supuesto dije “yessssssss”, ¿qué puede uno decir cuando le ponen un culo tan en bandeja…?

Ahí estaba yo, con otro supuesto activo que a la mínima de cambio se vuelve pasivo con la excusa de que “tus besos son muy ardientes”. Otro más para mi lista de “grandes machos” del mundo marica. Esto andaba yo pensando cuando comencé a penetrarlo suavemente, al poco tiempo me emocioné y las envestidas fueron cada vez más rápidas y profundas. “Stop!” casi gritó. Yo cortésmente paré y saqué mi pene de su ano, no por “motu” propio sino por los requerimientos del chico. Al sacarla, mi polla estaba llena de sangre, bueno, mi polla no, el condón que recubría mi polla. Por mi parte claudiqué en mi intento de penetrarlo de nuevo y él no puso objeción alguna. Seguimos jugando hasta llegar al momento eyaculatorio que fue abundante en su caso y escaso en el mío. Y ahí termino nuestro encuentro. Después de esto salí de su casa y me fui caminando hacia el metro y pensando en mis cosas.

Parece que lo de ser penetrado realmente no era lo suyo. Al final será verdad eso de que hay activos puros y pasivos puros, aunque no me guste admitirlo. Hay hombres que realmente disfrutan siendo follados y otros a los que el simple hecho de meterles un dedo les produce un dolor que los hace retorcerse en la cama. De todas formas debo decir, que durante el tiempo en que fue penetrado, a pesar de la sangre y el dolor, el chico gozó como nunca parecía haber gozado. Quizá un mundo nuevo se abrió ante sus ojos. ¿O será que después de probarlos unas cuantas veces, no está tan mal eso de ser sodomizado…?

domingo, 6 de diciembre de 2009

¿Seco por dentro?

Son aproximadamente las tres de la mañana en NY. Las nueve de la mañana en España. Mucha gente estará a punto de levantarse o se encontrará desayunando junto al amor de su vida, para salir a comprar el periódico y disfrutar de un lindo y frío domingo. Yo estoy a punto de acostarme, solo, como tantas otras noches.


Cristo Rodríguez


Acabo de terminar de ver el largometraje “Boy Culture” y no he podido evitar la tentación de escribir unas líneas. La película es bella, trata sobre el amor. Pero no un amor cualquiera, sino de amor homosexual, que suele tener un punto diferente y, la mayor parte de las veces, melodramático. En dicha historia intervienen el amor, el sexo, compañeros de piso y la prostitución como ingredientes principales. Una mezcla que no ayuda para nada a que la bella flor primaveral crezca dentro de los corazones. Pero aún así, con todas las dificultades que se plantean, los protagonistas se enamoran y terminan juntos. En fin, he destripado la película, pero, al fin y al cabo, lo importante es ver como se desarrolla la historia, ya que el final esta cantado desde el principio.


Un sentimiento extraño, un poso, se ha instalado en mí. Durante las últimas semanas vengo observándome y echando la vista hacia atrás, y hace mucho tiempo que me siento vacío. Como si los acontecimientos sucedidos durante los últimos años hubiesen tenido, sobre mí, el terrible efecto de aniquilar mi capacidad de amar. Aunque mi “capacidad de amar” sólo sea momentánea, como dice la madre de una amiga mía.


Mi corazón ya no “baila con espigas”, como el de la protagonista del libro escrito por Carmen Rigalt. Mi alma parece haberse detenido en un páramo que no conozco y no puedo salir a recuperarla.


Aún así, yo no paro de buscar. Busco en las miradas, en los ropajes, en los peinados, en la forma de bailar… Busco con los ojos, con las manos, con el olfato y con el roce de mi piel contra otra multitud de pieles. Pero no encuentro nada. Quizá una vaga sensación, un ligero latido más enérgico de la habitual, un abrazo más fuerte de la cuenta, un beso más prolongado, una caricia más suave, una mirada más profunda… Pero nada que realmente merezca la pena y haga que algo se me quiera salir del pecho.


Por el momento sigo sin encontrar a nadie con el cual pueda perderme en la profundidad de sus ojos ¿Será que la gente en Manhatan no tiene profundidad? ¿O será simplemente que mi llama esta extinguida por el momento? Me gustaría pensar que la respuesta a la primera pregunta es la que define lo que me ocurre, pero creo que es la temible contestación a la segunda la que especifica exactamente mi estado.


En llegados a este punto, lo único que queda es esperar. Hacer tiempo y desear que la llama vuelva a crecer de nuevo ya sea para bien o para mal. El caso es que ya estoy necesitando sentirme vivo de nuevo y, esta vez, no quiero que este sentimiento sea artificial, fingido o teatral, esta vez quiero que las cosas sean de verdad. Sin máscaras, sin artificio. En esta ocasión quiero que la película sea real, con alegría, penas, gritos, caricias, besos, deseo, tiempo infinito en cada caricia… Esta vez lo quiero todo, el dolor, si es necesario, también, pero quiero (necesito) que en esta ocasión sea real.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Barreras, barreras

Mi compañero de piso tiene una ducha anal. No una pera de las que se llenan de agua. No una de esas que tienen un tubo que te introduces por el ano, una vez lleno de agua, y al apretar llenar tu culo del “líquido elemento” para que quede bien limpio. No un objeto sexual que puedes guardar en tu cuarto. Mi compañero de piso tiene una ducha anal unida al grifo de la ducha. Un objeto que me mira cada mañana cada vez que quiero darme un baño.


Cristo Rodríguez


Se podría decir que Nueva York es la ciudad de la contención. Las manifestaciones de personas son contenidas en la calle con barreras, si bien es cierto que la gente se manifiesta cuando y donde quiere, es curioso ver a decenas de personas que andan en circulo, en un área restringida de la acera, con pancartas y profiriendo consignas a voz en grito. La ciudad intenta contener la temperatura del subsuelo con tanques de nitrógeno líquido ubicados en los lugares más calientes de la ciudad. Otra medida para el calor, menos efectiva pero sin duda más económica, son las chimeneas naranjas tan típicas de esta ciudad. En cuanto a la gente, el “ayuntamiento” no tiene que hacer nada por controlarlos, ellos parecen saber poner sus propios límites.


Hablando con un amigo le pregunté si en NY había algún local que tuviese cuartos oscuros. Para aquel que no lo sepa (entre ellos mi amigo), un cuarto oscuro es un lugar donde uno se introduce buscando puramente sexo con cualquier desconocido que seguirá siendo un desconocido, cuando el encuentro termine, debido a que en dichos cuartos no hay nada de luz, de ahí su nombre. Este tipo de lugares son típicos de diversas discotecas y clubs repartidos por toda la geografía europea. La respuesta de mi amigo fue contundente, “eso es de enfermos, en NY no tenemos esas cosas…” Yo me quedé, como diría mi madre, a cuadros. Y proseguí con la siguiente pregunta: ¿Y saunas? ¿Ya sabes sitios dónde vas, no tienes ropa y puedes hacer sexo con la gente? Su cara iba contrayéndose cada vez más y negaba con la cabeza sin atreverse a articular palabra.


¿Cómo es posible que un tipo que tiene fotos de su polla en Internet se sorprenda cuando yo le hablo de cuartos oscuros? ¿Cómo uno puede comprender que un chico que me abrió las puertas de su casa sin saber quién podía ser yo pusiera esas caras cuando yo le hablaba de saunas y cuartos oscuros? ¿Cómo un tío que me chupó la polla el primer día hasta tener dentro de su boca y saborear todo mi jugo podía sorprenderse con mis pregunta?


Ahora resulta que la vieja Europa está enferma. Desde luego, la doble moral victoriana sigue en USA tan viva como el primer día. Uno puede ser una verdadera puta en su casa, pero nunca en lugares públicos. Es cierto que en las páginas de contactos europeas es posible encontrar gente con fotos de todo tipo, pero también es cierto que lo que se puede ver en los estados unidos es mucho peor. Esta gente puede poner una fotografía metiéndose miles de vegetales por el culo pero, por supuesto, nunca pondrán su cara, lo dicho, todo de puertas para adentro.


Quizá sea cierto que en “la vieja Europa” estamos enfermos. Pero, por el momento yo no me he topado con nadie que tenga en su baño un objeto metálico que se mete por el culo para que quede bien limpio. A mi me parece muy bien, mi compañero seguramente es la persona más aseada del planeta y para los tíos que se lo follen seguro que es una gozada encontrarse con un culo tan higienizado, pero ver eso cada día para mi es un poco, cuanto menos, confuso. Normalmente la gente tiene en su cuarto un objeto que puedes comprar en cualquier “sex shop” y que tiene la misma función, pero no es el caso de mi compañero. Si bien, yo lo asumo con deportividad y sin poner caras raras. Será que los europeos somos más libres y tenemos las mentes más abiertas, dentro y fuera de casa…

sábado, 14 de noviembre de 2009

Cambiando hasta la forma de sentir

Cuando llegas a un nuevo lugar, todo en tu vida se vuelve completamente desconocido. Muchas veces hasta nosotros mismos somos un ser diferente con el que tenemos que aprender a tratar a diario para no volvernos locos.


Cristo Rodríguez


Después de un tiempo pululando por la gran manzana me he dado cuenta de que, al igual que mi exterior, mi interior también se está renovando y está comenzando a vivir sensaciones nuevas nunca antes exploradas.


Aquí he tenido que aprender un montón de cosas nuevas. Esas pequeñas cosas que hacemos cada día sin darnos cuenta, pero que cuando son diferentes se vuelven actitudes totalmente nuevas. No sólo estoy aprendiendo a hablar, de nuevo, sino que he tenido que aprender ha hacer cosas tan simples como “tirar de la cadena” del baño. La mayor parte de los servicios de esta ciudad tienen instalados en su interior un modelo de cagadero que alguna vez tuvo cabida en España. Me refiero a esos que no tienen tanque de agua porque el depósito es la taza misma. Ese tipo de váter en el que cuando cagas la mierda queda flotando peligrosamente cerca de tu culo. Pues bien, en estos extraños inodoros es difícil tirar de la cadena debido a que si no pulsas en la dirección correcta y el debido tiempo no se vacían completamente quedando, de esta forma, un lindo regalito para el siguiente usuario.


La lección del móvil también ha sido importante. ¿Cómo comprar un teléfono de prepago y no morir en el intento? Si bien en España contamos con empresas tan “prolíficas” como The Phone House, en la cual puedes comprar cualquier terminal con contrato o prepago, en la ciudad de los rascacielos no conocen esas moderneces. Aquí sólo algunas tiendas, propias de cada marca T&T o Tmobile, tienen un pack exclusivo de prepago a un precio cerrado.


Cómo saber cuanto pagas por tu comida en un restaurante de comida rápida también es algo que hay que aprender. La mayor parte de los carteles tienen una cifra, ese numerito se refiere al número de calorías que tiene la comida que pretendes pedir y no al precio. Y en otra multitud de ocasiones el precio es uno pero la cantidad que te cobran otra distinta ¿por qué? Pues bien, porque en esta ciudad las taxas no tienen porque aparecer en el precio referido. Locuras de la capital capitalista por excelencia.


Pues bien, en medio de esta maraña de novedades, los sentimientos tampoco podían estarse tranquilos. Por lo menos los míos. Nuevos conocidos, nuevos amigos, nuevos sex-amigos, nuevos compañeros y por supuesto nuevos amoríos. Todo eso y más es lo que me depara esta ciudad. Yo, al igual que la letra de una canción interpretada por la chilena Myriam Hernández (y seguro que por una legión más de melancolicantantes), entre dos hombres vivo dividido. Mi vida entera ha sido así y no creo que vaya a cambiar ahora a estas alturas. Siempre ando con más de un romance a la vez y así me va… Entre todas estas novedades se han cruzado en mi vida un negro, que parece sacado de una película X, y un neoyorquino, con padres italianos, que lo único que tiene de especial es una linda sonrisa. En cualquier otro momento de mi vida estaría hecho un completo lío, pero como todo es nuevo ahora pues no me planteo nada y sólo vivo y disfruto la situación y punto. Así de nuevo me estoy volviendo. Sin absurdos sentimientos de culpabilidad y sin cumplir promesas que aún no han sido efectuadas. De esta forma, cual Meredith Grey, ando por la ciudad teniendo citas con uno y otro. No en un ejercicio de comparación sino simplemente dejándome llevar por las nuevas situaciones que me ofrece esta ciudad.


Aunque lo nuevo siempre acaba pareciéndose a lo antiguo. Por eso en algún momento esta situación tenga que tomar un rumbo conocido y deba decantarme por uno u otro candidato (o conocer uno nuevo y olvidar a los dos) debido a que, a pesar de lo grande que es esta ciudad, tan sólo 15 calles separan a mis dos amantes. Y yo, como no podía ser de otra manera, me encuentro entre ambos. Una situación metafóricamente graciosa, sin duda. Otra posibilidad, sin duda, es disfrutar a duo, o mejor dicho a trío, de mis dos amantes. Eso si que sería habrirse a una nueva forma de ver y entender las relaciones. ¿No?

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Pon un negro en tu vida

Después de algunas semanas sin postear, debido al ¿final? de mi ajetreada vida en Madrid y a la multitud de despedidas a las que he tenido que hacer frente, aquí va una nueva sesión, esta vez desde el “centro del mundo”. Nueva York es la ciudad que me acogerá durante los próximos meses y, como no, será el escenario de mis cavilaciones…


Cristo Rodríguez


La ciudad de los rascacielos no ha perdido un ápice del racismo que cubrió USA años ha. Sólo que ahora está más encubierto. Si bien Nueva York se ha convertido en una ciudad cosmopolita donde todos tienen cabida, vasta salir a la calle para darse cuenta de cómo funcionan las cosas. Mientras que miles de blancos cruzan la calle a toda prisa con su café caliente en la mano, miles de negros les esperan en las puertas de sus lujosas oficinas o sus impresionantes apartamentos o conducen sus coches de infarto.


Quizá es una impresión precipitada, ya que sólo llevo dos días en la ciudad, pero, por lo que he podido ver, aún no he visualizado ni un solo blanco en ninguna portería de esta ciudad. Esta “supeditación” del hombre negro se mantiene desde casi la fundación del país, antes recogían algodón y se dejaban manosear y pisotear por el patrón, ya que no tenían alma, y ahora se dedican a abrirle las puertas del lujo para quedarse con las migajas. Poco ha cambiado la cosa.


Aunque en la ciudad de la ostentación y del “todo vale” no podía faltar el toque chic. La avenida Madison entre la calle sesenta y algo y la ochenta y algo tiene la mayor aglomeración de tiendas de lujo que haya visto en mi vida. Por supuesto, cada tienda tiene su particular “portero”. Un chico, generalmente guapo, que te da la bienvenida y te adentra en el mundo de glamour, riqueza y placer que ofrece el lugar. Evidentemente este maître de la opulencia tiene la piel de un cierto color chocolate con leche.


Quizá sea porque a veces soy prejuicioso, porque tanta luz me ha cegado y no he visto bien el color de su piel, porque hay mucho negro en esta isla o porque realmente tengo razón, lo cierto es que esta ciudad tiene empleados a gran parte de sus “afroamericanos” en trabajos de “sirvientes”.


Lo cierto es que después de pasear entre tanto lujo, de pasar delante de tantos edificios carísimos y de comer tanta fat food, mi cuerpo me pedía estar con alguien con un poco de color. Y yo, ni corto ni perezoso, me he abierto perfiles en todas las páginas habidas y por haber y he contactado con alguno.


Después de largas conversaciones, más que nada porque mi inglés es pésimo y tardo mucho tiempo en escribir y descifrar lo que me quieren decir, he conseguido saber que uno de los preciosos chicos de ébano vive cerca de donde me estoy hospedando. Con lo cual, con la gracia española que me caracteriza (de vez en cuando claro), le he soltado un “I am horny men”. Yo no se como me sentaría a mi si un tío me suelta “Estoy caliente hombre”, quizá lo mandaría a tomar por el culo (con otro claro), pero aquí en EEUU debe sonar muy bien porque en el siguiente mensaje me ha pasado su dirección y una hora de contacto.


En un periquete me he plantado allí, no sin antes dejar algún anzuelo, en forma de mensaje, para los próximos días. Un timbrazo ha sido suficiente para que el “georgeus men” me abriese las puertas de su casa sin preguntar si quiera quien era, debe ser que aquí no conocen el cuento del lobo y la oveja.


Una vez en su casa hemos hablado, poco, y le he explicado, en mi patético inglés, que soy de España, que estaré en la ciudad tres meses, que llegué hace dos días, bla, bla, bla… Lo que llevo contando dos días vamos. Después de eso me ha invitado a sentarme cerca de él y ahí ha comenzado el tomate o, mejor dicho, la chocolatada. Yo, que cada día ando más blanco, el, que más negro no se puede ser, y nuestro respectivo “licor del amor”, por utilizar un eufemismo no muy manido.


Al concluir nuestra sesión “ká-li-ente” ha llegado la despedida en la que el chico parecía bastante interesado en volver a quedar. Me ha pedido por favor, y varias veces, que le mande un mensaje y que le diga mi número de teléfono, cuando tenga. Aunque aún no se si lo repetía tanto por interés o porque se dio cuenta que yo de inglés ni papa. El caso es que sé donde vive, que tengo su perfil almacenado, que me ha pasado su número de teléfono y que, después de tantos “disgustos” madrileños me apetece vivir la vida y descargar mi “licor del amor” con todos los hombres que se me crucen por delante, siempre que no tenga mucha pinta de español. De todas formas seguro que lo llamo para quedar otra vez pues no ha estado mal la experiencia. Además el chico “S” era casi una copia a mi pero en negro, la cara diferente claro, pero en general un cuerpo prácticamente similar y eso de visualizarte a ti mismo en otro color la verdad que da mucho morbo.


Y así, sin más ni más, de esa forma tan simple, yo, al igual que todos los pisos de lujo y las tiendas chic de la gran manzana, he puesto un negro en mi vida. El primero, pero no será el último…

viernes, 9 de octubre de 2009

Sexo 1-Amor 0

Cuando se va la esperanza generalmente queda un vacío del cuerpo y el desasosiego toma el lugar antes ocupado por “el duende verde”. Pero cuando la esperanza perdida es por motivos amorosos, esa desesperanza nos hace libres.

Cristo Rodríguez

Llega un momento en que uno deja de esperar que llegue el hombre de su vida, no por ganas sino porque tiene totalmente claro que eso no le llegará nunca. En ese mismo momento se abre una luz al fondo del túnel. Esa luz viene recubierta de una dulce crema de lujuria, batido de sudor, rebozado de semen y recubierto con virutitas de caliente saliva.

Recientemente me leyeron la mano y me comentaron que en mi vida no había tenido ningún AMOR y, que por el momento, las líneas de la mano no dejaban entrever que fuera a tener ninguno. Quizá, como dice la madre de una amiga mía, mi karma en esta vida es aprender a amar y que me amen. Por el momento, como bien claro dejó el “señor quiromante”, mi vida estará exenta de grandes AMORES. Por ello lo mejor es dejarse llevar por los placeres mundanos y “que arda Troya”.

Y no hay nada mejor que los fines de semana para vivir una estupenda velada de libertad. Un fin de semana lleno de sexo, droga y, en este caso, música house. El viejo yo parece resurgir de las cenizas (con más fuerza que nunca) empujado por cada negación, cada rechazo, cada miedo a meterse en algo “complicado”. Y no se puede decir que nos llevemos mal. Parece que uno siempre es lo que es, que no puede cambiar aunque quiera. No comparto esa opinión, creo que todo el mundo puede convertirse en una edición remasterizada de él mismo, pero lo cierto es que lo que fuimos siempre estará ahí para cuando queramos, o necesitemos, recuperarlo.

Madrid ofrece muchas posibilidades. Contiene una de las mayores poblaciones gays de la nación, muchos bares y discos y la posibilidad de conseguir estupefacientes por doquier, cada vez más ocultos. Aunque si uno se lo propone puede conseguir lo que quiera. Y, de repente, sin comerlo ni beberle le cae a uno del cielo todo aquello a lo que estuvo renunciando en pro de un futuro “mejor”.

El futuro mejor: Marido, niños, casa en el campo, trabajo bien remunerado y, a ser posible, satisfactorio. El nuevo yo quería esto por encima de todo, pero la enorme dificultad y la depresión “esperanzil” lo ponen a uno en un nuevo camino y una nueva realidad, ya conocidos. ¿Y como negarse a un grupo de amigos, alcohol, “perfumes” varios y diversidad de proposiciones sexuales? Sobre todo cuando, cual si de un objeto nuevo en una juguetería se tratase, mi persona ha comenzado a centralizar las miradas, y deseos, de un gran número de individuos antes totalmente insospechado.


Antes y ahora

Antes, no hace demasiado, había alguna que otra persona que merecía la pena lo suficiente como para centrarse en ella. No por motivos morales sino por voluntad propia. Me interesaba alguien tanto como para que todas esas miradas, que me lanzaban personas sexualmente atractivas para mi, no significasen nada.

Ahora la cosa ha cambiado considerablemente. Madrid será la ciudad de mis aventuras por menos de veinte días. A partir de ahí Nueva York ocupará su lugar y estaré aún más cerca de la “desesperanza”, con lo cual mi nueva vida comienza. Mi despedida de Madrid está siendo tal como fue mi entrada. Mucho sexo, drogas, alcohol y música. Voy a poner los pies en Nueva York y no tengo nadie a quien rendirle cuentas y no por voluntad propia sino por “rechazos” ajenos. Así que el viejo yo a tomado el mando y, en breve, aterrizará en el JFK buscando diversión y aventuras.

Si duda el blog tomará una nueva dirección mucho más lujuriosa que hasta el momento. Aunque, observando lo ocurrido esta semana, los últimos post madrileños prometen. Habrá que esperar para ver qué es lo que pasa y como concluye todo en este país. Igual todavía hay esperanza, aunque seguramente no. El tiempo dirá, la cuenta atrás ha empezado…

sábado, 3 de octubre de 2009

Sin amor = soso

Andamos estrenando el otoño y el veranillo del membrillo se ha instaurado entre nosotros. En esta época, en la que el calor no es tan sofocante como en verano, es tan habitual ver a la gente haciéndose arrumacos en la calle como en primavera. Esta exposición de amor constante es para muchos, los solteros sobre todo, una minisesión de tortura de la cual tenemos que escapar.

Cristo Rodríguez

Esta tortura a la cual somos sometidos algunos de los solteros año tras año nos hace preguntarnos un montón de cosas. A días uno piensa que no encontrará jamás a alguien para regocijarse con esas manifestaciones de cariño, aunque la esperanza nunca llega a perderse del todo.

La calle Fuencarral de Madrid se convierte cada fin de semana en un hervidero de gente feliz y enamorada y desde que la convirtieron en peatonal aún más. A veces uno piensa que los políticos realizan las obras públicas solamente para joder al personal. Y bien que nos joden por todos lados. Mientras están realizando la obra el polvo, ruido y dificultades de transito son todo uno. Cuando la calle está por fin terminada lo que tenemos que soportar los transeúntes solteros es a cientos de parejas, que a momentos parecen miles, enamoradas paseando por la calle. Felices, enamorados, besucones, acariciadores imparables…

Esas muestra de amor, aunque Gallardón no lo sepa, son directamente proporcionales a las bajas del próximo lunes. Muchas personas cuando ven a las demás parejas refuerzan sus ganas para seguir buscando. Otras, dependiendo de cómo les pille, pierden cualquier tipo de esperanza. Esta perdida de ilusión puede ser, según psicólogos como Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, la responsable de enfermedades tanto físicas como psíquicas.

Sin llegar a umbrales de insalubridad, esta pérdida de expectativas amorosas causan, cuanto menos, pena. Una sensación de no poder llegar a conseguir lo que uno quiere que se apodera de uno y lo sumerge en un estado de melancolía pesado y monótono.


¿Por qué no puedo tener yo eso también?

En un mundo en el que si uno se lo propone puede conseguir casi cualquier cosa, es difícil asumirse derrotado por la falta de amor. Si hay algo que no se puede ganar en una lotería, conseguir estudiando en una universidad, llegando a un puesto de directivo en una gran empresa o ganando un Goya, es el amor.

Por ese motivo es mucho más difícil asumir que uno no puede ganarle la mano a Cupido. Tiene que ser el destino el que te enfrente a él y te lo regale. Esa dificultad, ese confiar en la suerte es algo que se llega a perder con el tiempo, algo en lo que se pierde la confianza.

Uno puede ser amante o amado, como dice Paz Padilla. Pero ser ambas cosas, ser feliz siendo amante y amado, es algo a lo que sólo se puede aspirar confiando en el destino. Por ello, a algunas personas les cae del cielo y uno nunca llega a entender por qué a él no le pasan esas cosas.

Hay quien me ha comentado que los últimos post no tienen vida, que les falta algo y que son sosos. Yo los releo y es posible, les falta chispa, color… Sin duda les falta esperanza. Supongo que sería justo parar de escribir hasta que vuelva… Pero, dentro de la sosería también pasa algo en ellos, hay un movimiento, más lento que el anterior pero algo mueven…

Habrá que esperar, o quizá ponerse manos a la obra y echar cartas a ver si en una de estas nos tocan los ases…

lunes, 28 de septiembre de 2009

Compuesto y sin novio

Este fin de semana tocó boda familiar. Allí nos reunimos casi toda la familia para festejar que el amor “triunfaba” una vez más, en el reino del catolicismo. El País Vasco nos puso el escenario y la escenografía. La fiesta, jolgorio, alegría y diversión corrió de nuestra cuenta, con una “ligera” ayuda de alcoholes varios, claro.

Cristo Rodríguez

Sin duda, esta ha sido una de las ceremonias que más ha unido a toda mi familia. Un viaje largo para la mayoría, que llegaron desde Badajoz, y menos largo para los que llegamos desde Madrid, puso un granito de arena. El entorno de una ciudad que no nos conocía incluyo un eslabón en la cadena. Los respectivos alojamientos, que nos unieron en grandes grupos en un mismo espacio, aportaron un poco más de leña al fuego. Y, por último, la enorme cantidad de eventos familiares, concluyeron en una explosión de amor y alegría en el banquete ceremonial.

Una alegría superlativa y no “anabolizada” con ninguna sustancia ilegal que nos mantuvo durante toda la tarde-noche que duró el baile con una danza casi diabólica y tremendamente feliz.

Cosa de costumbres

Las costumbres del lugar son diferentes a las que todo mi familia (extremeña pura) conocemos. La cosa nos pilló por sorpresa cuando cambiaron la música y la novia comenzó a captar la atención de los asistentes para quitarse la liga.

Según parece, la tradición manda a la novia a quitarse la liga y en vez de cortarla o subastarla, como en otros países o comunidades españolas, busca a una amiga soltera y la sienta en una silla. Después de esto todos los solteros mayores de edad de la sala se ponen en línea y se van ofreciendo a la “elegida” para que decida cual, de entre todos los hombres, será el que le coloque la liga.

Una tradición divertida, hasta cierto punto. Como ya he comentado, la novia se convirtió en el centro de atención y busco detenidamente, realizando algún amago a más de una amiga con demasiada vergüenza, a la chica a la cual tendría que colocársele la liga. Tras unos momentos, que para más de una fueron siglos, acabó por elegir a una de sus mejores amigas, que había venido desde Barcelona exclusivamente para la celebración y para realizar fotos de la velada. La chica, con la cara roja y una mueca, petrificada en su rostro, que pretendía ser una sonrisa, se dirigió hasta una silla situada en el centro de la pista de baile y se sentó. Hasta este momento todo estaba yendo muy bien y resultaba desternillante, tanto para el resto como para mí.

Después de esto, la Dj realizó un llamamiento “¡que todos los solteros mayores de edad rodeen a la chica!”. Allí estaba yo, el alcohol, buen rollo, diversión y el arropamiento familiar me lanzaron a la vera de la “elegida” para convertirme en uno de los que optaban a ponerle la liga. Allí comenzó mi “calvario”.

A la espera de más hombres solteros nos quedamos los asistentes, la chica y yo. Al parecer, yo era el único soltero mayor de edad que había en la sala así que la danza de coqueteo no tuvo sentido. Al estar allí, y a pesar del cachondeo generalizado, pude sentir las miradas de la gente. Algunos pensarían “míralo pobrecito que está solito en el mundo”, otros seguramente me envidiarían por poder hacer lo que quisiese sin dar explicaciones a nadie, algunos seguro que estaban tan borrachos que no se enteraron de nada, etc, etc.

Sólo con mi soledad

Aunque a mí, en concreto, la única opinión que me interesaba era la mía. Y, desgraciadamente, no puedo decir que la opinión sobre mi estado fuese muy positiva. Para olvidarme de ello, me dirigí a la barra, pedí otra copa y volví con mi familia para seguir la fiesta...

La última boda a la que asistí era de una amiga y acudí con tres amigos más. Cuando la novia tiró el ramo se puede decir que cayó a nuestros y ninguno de nosotros hizo nada por recogerlo. Estábamos bien con nuestro estado. A pesar de desear tener algún compañero, ser el próximo en casarnos no entraba en nuestros planes.

La diferencia es que, en esa ocasión, yo me encontraba soltero pero acompañado por mis amigos, también solteros. Y esta vez, estaba rodeado de parejas, o emparejados, por doquier. Miles de preguntas vinieron a mi mente ¿Por qué estoy sólo? ¿Por qué nadie me quiere? ¿Soy tan feo como para que nadie se fije en mí? ¿Por qué los tíos sólo quieren follar conmigo? ¿Por qué no me gustan los que se fijan en mí?... Estas y muchas otras llenaron mi cabeza durante esa noche y, como no, acompañaron a la resaca mañanera del día siguiente.

Pensando más tranquilamente, y a pesar de apetecerme compartir mi vida con alguien, me di cuenta de que tengo claro lo que mucha gente no. Quiero estar con una persona, pero no con cualquiera. Y si, por casualidades de la vida (como me viene ocurriendo en los últimos años) acabo deseando estar con alguien que, por un motivo u otro, no comparte ese deseo, es seguro que no voy a caer en los brazos del primero que se cruce en mi camino. Mi compañero debe poseer unos requisitos básicos para que me atraiga, algo que los haga especiales a mis ojos y que me aporte paz, si no la cosa no funciona. Esto me relaja, me reconforma y redime el resquemor que, de vez en cuando, tengo contra mí mismo por estar “solo”.

Porque si un hombre no me llena completamente, y como dice el refrán, “Más vale sólo que mal acompañado”. O como asevera la canción “Sorterita. Sola, sin marío, sin niño’h, sin poblemah...”


lunes, 21 de septiembre de 2009

Tócala otra vez San (Valentín)

Inténtalo de nuevo, sigue jugando, la próxima vez será, sigue rascando… Hay multitud de formas de descubrir que esta vez no tuviste suerte. En el amor pasa lo mismo. Hay muchas maneras de darse cuenta de que este o esta no es “la persona” y que uno debe seguir su senda en solitario hasta que aparezca una nueva oportunidad.

Por Cristo Rodríguez

Cada vez que conocemos a alguien que hace latir nuestro corazón de una forma especial, con el que perdemos el miedo a introducirnos en el océano de su mirada, una persona que no tememos que se pierda en nuestra recóndita alma y que se convierte en nuestro horizonte… Cada vez que eso nos pasa, es fácil que la ilusión comience a correr por nuestras venas. Después de la primera, segunda, quinta, octava, undécima vez que nos defraudan, la ilusión corre un poco menos, pero sigue circulando al conocer a un ser que parece especial.

Por desgracia (o suerte), para muchos mortales, esto es como un acto reflejo e involuntario. Si alguien te hace tilín, el mecanismo del amor se pone en marcha. Incluso para los más escépticos. Pero ¿Qué ocurre con el tiempo?

Una opción u otra
Pues bien, frente a esa pregunta hay dos posibilidades claras. La más idílica de todas, y la que ocurre las menos de las veces, que uno y otro se complementen de tal forma que ese amor llegue a buen puerto y perdure a lo largo de los años. A ser posible, y dando un enorme voto de confianza –y esperanza-, hasta el final de los días. Es decir, la muerte.

Para la mayoría de los mortales la cosa es muy diferente. Los más suertudos se dan cuenta en breves semanas de que esa persona tan “especial” no era para ellos, o ellos no eran para esa persona. Los menos afortunados comienzan una relación que dura pocos meses y, con un poco de destreza, termina con el menor daño posible por ambas partes. Y los absolutamente desgraciados se embarcan en un proyecto de futuro con un ser con el que nada tienen que ver y terminan, como mínimo, como el rosario de la aurora. Claro está que estas posibilidades son ampliamente conjugables entre si y “elevables” a múltiples potencias.

Y uno, con cierto bagaje y experiencia se pregunta: ¿Tiene sentido? ¿Es lógico volver a intentarlo? Y en la más absoluta racionalidad, que otorga la cercanía de una relación fracasada, la opinión suele ser bastante generalizada, ¡claro que no tiene sentido enamorarse! Sí, es muy bonito, tiene sus cosas maravillosas, pero al final todo termina mal. La mayor parte de las veces es como un suicidio temporal. Y lo peor de todo, es que es un suicidio lento y, encima, premeditado.

Cambio de rumbo
La pregunta generalizada puede ser: ¿Qué sentido tiene un bloguero como yo que busca desesperadamente el amor hablando en contra del amor? Pues la respuesta es sencilla. Todo sentido que otorga una nueva desilusión, propia o ajena, eso da igual. Una nueva esperanza que se transformo en desesperanza. Los motivos, seguramente, serán múltiples. Al fin y al cabo, la única persona que los conoce es la depositaria de la esperanza.

Esto del amor es un juego. Yo juego a que no te hago caso para que te fijes en mí. Tu juegas a que no te intereso para ponerme a prueba y ver cuanto me interesas. El otro juega a hacerse el interesante para atraer a su “presa”. El de más allá intenta mostrarse tal cual es y conserva la esperanza de que lo acepten de esa manera… El juego del amor es absurdo, pero necesario. Sólo que, en ciertos momentos uno se cansa de jugar. La ruleta (¿rusa?) está bien hasta el momento en que casi lo has perdido todo y ya no te queda mucho más que apostar. Es cierto que siempre puede venir una racha de buena suerte, pero precisamente por eso es necesario, en ocasiones, retirarse a tiempo. Aunque muchas veces estés completamente seguro de que una de las mejores apuestas era esa que, por desesperanza o cansancio o falta de “señales”, dejaste de hacer.



martes, 15 de septiembre de 2009

¡¡Taxi!!

Madrid es una ciudad llena de taxis. Ha ciertas horas de la noche hay menos de los que se necesitan, pero con un poco de suerte siempre encuentras el tuyo. Más o menos como el amor, es difícil encontrarlo y en la esquina que menos lo esperas se cruza en tu camino.

Por Cristo Rodríguez

Este fin de semana quedé en encontrarme con unas amigas en el metro de Chueca. A las 21.15 horas ya estaba la primera esperando y a las 21.20 ya me estaba intentando localizar en el móvil. La cuarta nos contó, tras unas cuantas llamadas, que nuestros requerimientos telefónicos estaban siendo el despertador de su siesta, con lo cual, tardaría algo más de una hora en llegar. La tercera en discordia, nos llamó sobre las 21.35 para decirnos que fuésemos yendo hacía la sala Libertad 8
dónde veríamos un concierto.

Al encontrarnos con ella, casi en la puerta de la sala, nos contó que el taxista al escuchar su acento de canarias, le había dado una “treme-enda vue-elta por el ce-entro”. Y hablando de taxis
, vino a mi cabeza un hecho que le ocurrió a una amiga hace poco.

Situación: una de la mañana, vuelta a casa pos-visita familiar. Una heterosexual en la treintena en mitad de la ciudad y un taxi que para. “¿Hacia a dónde?” “a la calle X, por favor”. Hasta aquí todo normal. De repente y sin mediar palabra el taxi se detiene en el arcén en plena M-30, algunos coches hacen sonar sus claxones. El tráfico, aunque fluido a esas horas, se resiente con la brusca maniobra del conductor. “Pásate delante”. Ni una palabra más, ni una menos. El miedo y lo inhóspito del lugar llevó a mi amiga al asiento del copiloto.

En marcha de nuevo
Tras esta “parada técnica” el taxista emprendió la marcha de nuevo. A la vez que conducía se sacó la polla y comenzó a masturbarse. En el asiento de al lado, mi amiga comenzó a excitarse con la escena. El miedo, la tensión, los meses sin sexo compartido, la lujuria y el deseo se aunaron. “¿A que la tengo grande?”, ella mira, el miembro crecido, duro y excitado es lo único que sobresale del pantalón “Pues sí. Sí que la tienes grande...”. La escena es cada vez más cómica para ella y va perdiendo el poco miedo que le quedaba. “Enséñame una teta” dice, casi suplica el conductor. Con el poco pudor que la caracteriza, mi amiga saca un pecho, el taxista no da crédito y sigue conduciendo con la mirada dividida entre las calles de Madrid y el pecho de mi amiga.


Enfilan la calle X y el taxista para en el número indicado, aparca el vehículo y comenta “Si me invitas a subir, quedo aquí aparcado el taxi toda la noche”. Mi amiga, con su seno aún al aire piensa... Demasiado tiempo sin sexo obnubila sus pensamientos. FOLLAR, una bella palabra que hace tiempo no escenifica. Tiene claro que le apetece mucho follar, pero no follar con cualquiera. Tras comunicar la decisión un triste “Y me vas a dejar así...” sale de la boca del chofer. Una vez puestos... Mejor terminar ¿No? Además, la teta aún estaba fuera de la vestimenta, con lo cual... “Anda termina...”, pronuncia ella.

Son 13 euros
Unas cuantas sacudidas más fueron suficientes para que el joven descargase todo el semen de sus huevos. Muy maternal mi amiga sacó un paquete de pañuelos de papel y le ofreció unos cuantos. “Gracias”. Tras una exhaustiva limpieza, el taxista paró el contador. Marcaba 13 euros, “lo siento, te tengo que cobrar”. Sin pronunciar palabra mi amiga sacó el dinero y pagó.
Dos fueron los motores para no decir nada. Una es que ella no se “prostituye” por trece euros y la otra el orgullo, ya que es lo suficientemente autosuficiente como para no necesitar que nadie le pague el taxi. Tan autosuficiente que esa noche la terminó con sus fantásticos juguetes sexuales. Según ella, “los únicos que no me defraudan”.

Precisamente por eso, porque la cosa no está en follar sino en gozar, es por lo que muchos prefieren no arriesgar. Ya dicen: más vale “pájaro en mano” que ciento volando.

martes, 8 de septiembre de 2009

Mi mundo… De amor

Una gran cantidad de habitantes del planeta tienden a vivir una vida paralela a la real. Esto puede darse por varias razones. Una de ella son los trastornos mentales y otras, la mayoría, viven en su mundo por deseo propio.

Cristo Rodríguez

Un día de reencuentros con gente que hacía mucho tiempo que no veía. El verano terminó y ya andamos todos por Madrid con ganas de vernos y atendernos unos a otros. La quedada (oficial) fue sobre las 21 horas de la noche en el bar de la “Pili”, un pequeño y cutre-bar situado en la esquina de la calle infanta Isabel con San Eugenio. Por desgracia este lugar que nos gusta tanto se encontraba cerrado y hemos terminado en “La mentridana”, nuestra segunda opción. Tras una caña y unos “vermuses” nos hemos dirigido al restaurante donde terminaríamos cenando. “Il piccolino dell farfalla” lleva por nombre, un pequeño restaurante italo-argentino que incluye en el menú platos típicos italianos y unas ricas parrilladas argentinas.

Rica locura…
La cena transcurrió de forma agradable hablando de nuestra vida y obra durante los últimos meses en los cuales no nos hemos visto. Por supuesto el futuro ha ocupado una parte importante en la conversación. En relación con el por venir, allá por los postres, ha surgido el tema de nosotros con nuestras parejas… Una cuestión caliente y espeluznante a un tiempo.

Un par de heterosexuales y un par de homos componíamos la mesa. A pesar de las diferencias que pueden existir entre las distintas sexualidades, hay un punto donde todos hemos sido unánimes. Después de la primera o segunda cita ya comenzamos a imaginar la vida con la persona en cuestión. ¿Es esto la normalidad? ¿Realmente estamos tan interesados en encontrar una pareja que nos acompañe en el camino? O, simplemente, ¿Somos todos unos fantasiosos?

Estas preguntas han estado sobre la mesa. Todos, sin excepción, nos hemos confesado y el resultado ha sido el mismo. A todo el mundo le pasa lo mismo, aunque no todos se atreven a confesarlo. Quizá una postura un poco excesiva, pero si cuatro de cuatro coincidimos en nuestras elucubraciones nocturnas, ¿no es un número estadístico importante? Pero bueno, como ha dicho “D”, uno de mis amigos, “dios los cría y ellos se juntan…”

Sea de una u otra forma, nuestra confesión iba por el mismo camino. Una vez que conocemos a alguien que nos gusta, tras las primeras citas, ya nos vemos casándonos con ese ser e, incluso, teniendo niños, perros, coches y televisores de plasma. Todo un pack. Seguramente este pensamiento esté influenciado tanto por la religión estatal como por los principales modelos sociales instalados en nuestro país. Sea por modelos sociales, cultura religiosa, deseo de compartir nuestra vida con otra persona… lo que está claro es que nuestra cabeza se dispara rápidamente cuando compartimos una par de momentos agradables con una persona que nos hace, y a la que hacemos, “tilín”.

De bruces con la verdad
Todo esto es muy bonito, aunque “P”, uno de los comensales , ha puesto la nota de cordura. La magia del momento dura hasta que uno se da cuenta de que el otro no es tan perfecto, o hasta que el otro se da cuenta de que nosotros no somos tan perfectos. Ambos momentos nos traen de nuevo a la realidad y rompen de una forma brusca y desagradable nuestra preciosa burbuja de belleza familiar.

Sin duda este golpe no es nada agradable, pero otorga un punto de realidad a nuestro mundo de fantasía. Ese que todos tenemos y que es tan necesario para mantenernos cuerdos en este loco mundo. Aunque, claro, la fantasía es buena… Pero no en exceso… ¿O quizá si?

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