lunes, 28 de septiembre de 2009

Compuesto y sin novio

Este fin de semana tocó boda familiar. Allí nos reunimos casi toda la familia para festejar que el amor “triunfaba” una vez más, en el reino del catolicismo. El País Vasco nos puso el escenario y la escenografía. La fiesta, jolgorio, alegría y diversión corrió de nuestra cuenta, con una “ligera” ayuda de alcoholes varios, claro.

Cristo Rodríguez

Sin duda, esta ha sido una de las ceremonias que más ha unido a toda mi familia. Un viaje largo para la mayoría, que llegaron desde Badajoz, y menos largo para los que llegamos desde Madrid, puso un granito de arena. El entorno de una ciudad que no nos conocía incluyo un eslabón en la cadena. Los respectivos alojamientos, que nos unieron en grandes grupos en un mismo espacio, aportaron un poco más de leña al fuego. Y, por último, la enorme cantidad de eventos familiares, concluyeron en una explosión de amor y alegría en el banquete ceremonial.

Una alegría superlativa y no “anabolizada” con ninguna sustancia ilegal que nos mantuvo durante toda la tarde-noche que duró el baile con una danza casi diabólica y tremendamente feliz.

Cosa de costumbres

Las costumbres del lugar son diferentes a las que todo mi familia (extremeña pura) conocemos. La cosa nos pilló por sorpresa cuando cambiaron la música y la novia comenzó a captar la atención de los asistentes para quitarse la liga.

Según parece, la tradición manda a la novia a quitarse la liga y en vez de cortarla o subastarla, como en otros países o comunidades españolas, busca a una amiga soltera y la sienta en una silla. Después de esto todos los solteros mayores de edad de la sala se ponen en línea y se van ofreciendo a la “elegida” para que decida cual, de entre todos los hombres, será el que le coloque la liga.

Una tradición divertida, hasta cierto punto. Como ya he comentado, la novia se convirtió en el centro de atención y busco detenidamente, realizando algún amago a más de una amiga con demasiada vergüenza, a la chica a la cual tendría que colocársele la liga. Tras unos momentos, que para más de una fueron siglos, acabó por elegir a una de sus mejores amigas, que había venido desde Barcelona exclusivamente para la celebración y para realizar fotos de la velada. La chica, con la cara roja y una mueca, petrificada en su rostro, que pretendía ser una sonrisa, se dirigió hasta una silla situada en el centro de la pista de baile y se sentó. Hasta este momento todo estaba yendo muy bien y resultaba desternillante, tanto para el resto como para mí.

Después de esto, la Dj realizó un llamamiento “¡que todos los solteros mayores de edad rodeen a la chica!”. Allí estaba yo, el alcohol, buen rollo, diversión y el arropamiento familiar me lanzaron a la vera de la “elegida” para convertirme en uno de los que optaban a ponerle la liga. Allí comenzó mi “calvario”.

A la espera de más hombres solteros nos quedamos los asistentes, la chica y yo. Al parecer, yo era el único soltero mayor de edad que había en la sala así que la danza de coqueteo no tuvo sentido. Al estar allí, y a pesar del cachondeo generalizado, pude sentir las miradas de la gente. Algunos pensarían “míralo pobrecito que está solito en el mundo”, otros seguramente me envidiarían por poder hacer lo que quisiese sin dar explicaciones a nadie, algunos seguro que estaban tan borrachos que no se enteraron de nada, etc, etc.

Sólo con mi soledad

Aunque a mí, en concreto, la única opinión que me interesaba era la mía. Y, desgraciadamente, no puedo decir que la opinión sobre mi estado fuese muy positiva. Para olvidarme de ello, me dirigí a la barra, pedí otra copa y volví con mi familia para seguir la fiesta...

La última boda a la que asistí era de una amiga y acudí con tres amigos más. Cuando la novia tiró el ramo se puede decir que cayó a nuestros y ninguno de nosotros hizo nada por recogerlo. Estábamos bien con nuestro estado. A pesar de desear tener algún compañero, ser el próximo en casarnos no entraba en nuestros planes.

La diferencia es que, en esa ocasión, yo me encontraba soltero pero acompañado por mis amigos, también solteros. Y esta vez, estaba rodeado de parejas, o emparejados, por doquier. Miles de preguntas vinieron a mi mente ¿Por qué estoy sólo? ¿Por qué nadie me quiere? ¿Soy tan feo como para que nadie se fije en mí? ¿Por qué los tíos sólo quieren follar conmigo? ¿Por qué no me gustan los que se fijan en mí?... Estas y muchas otras llenaron mi cabeza durante esa noche y, como no, acompañaron a la resaca mañanera del día siguiente.

Pensando más tranquilamente, y a pesar de apetecerme compartir mi vida con alguien, me di cuenta de que tengo claro lo que mucha gente no. Quiero estar con una persona, pero no con cualquiera. Y si, por casualidades de la vida (como me viene ocurriendo en los últimos años) acabo deseando estar con alguien que, por un motivo u otro, no comparte ese deseo, es seguro que no voy a caer en los brazos del primero que se cruce en mi camino. Mi compañero debe poseer unos requisitos básicos para que me atraiga, algo que los haga especiales a mis ojos y que me aporte paz, si no la cosa no funciona. Esto me relaja, me reconforma y redime el resquemor que, de vez en cuando, tengo contra mí mismo por estar “solo”.

Porque si un hombre no me llena completamente, y como dice el refrán, “Más vale sólo que mal acompañado”. O como asevera la canción “Sorterita. Sola, sin marío, sin niño’h, sin poblemah...”


lunes, 21 de septiembre de 2009

Tócala otra vez San (Valentín)

Inténtalo de nuevo, sigue jugando, la próxima vez será, sigue rascando… Hay multitud de formas de descubrir que esta vez no tuviste suerte. En el amor pasa lo mismo. Hay muchas maneras de darse cuenta de que este o esta no es “la persona” y que uno debe seguir su senda en solitario hasta que aparezca una nueva oportunidad.

Por Cristo Rodríguez

Cada vez que conocemos a alguien que hace latir nuestro corazón de una forma especial, con el que perdemos el miedo a introducirnos en el océano de su mirada, una persona que no tememos que se pierda en nuestra recóndita alma y que se convierte en nuestro horizonte… Cada vez que eso nos pasa, es fácil que la ilusión comience a correr por nuestras venas. Después de la primera, segunda, quinta, octava, undécima vez que nos defraudan, la ilusión corre un poco menos, pero sigue circulando al conocer a un ser que parece especial.

Por desgracia (o suerte), para muchos mortales, esto es como un acto reflejo e involuntario. Si alguien te hace tilín, el mecanismo del amor se pone en marcha. Incluso para los más escépticos. Pero ¿Qué ocurre con el tiempo?

Una opción u otra
Pues bien, frente a esa pregunta hay dos posibilidades claras. La más idílica de todas, y la que ocurre las menos de las veces, que uno y otro se complementen de tal forma que ese amor llegue a buen puerto y perdure a lo largo de los años. A ser posible, y dando un enorme voto de confianza –y esperanza-, hasta el final de los días. Es decir, la muerte.

Para la mayoría de los mortales la cosa es muy diferente. Los más suertudos se dan cuenta en breves semanas de que esa persona tan “especial” no era para ellos, o ellos no eran para esa persona. Los menos afortunados comienzan una relación que dura pocos meses y, con un poco de destreza, termina con el menor daño posible por ambas partes. Y los absolutamente desgraciados se embarcan en un proyecto de futuro con un ser con el que nada tienen que ver y terminan, como mínimo, como el rosario de la aurora. Claro está que estas posibilidades son ampliamente conjugables entre si y “elevables” a múltiples potencias.

Y uno, con cierto bagaje y experiencia se pregunta: ¿Tiene sentido? ¿Es lógico volver a intentarlo? Y en la más absoluta racionalidad, que otorga la cercanía de una relación fracasada, la opinión suele ser bastante generalizada, ¡claro que no tiene sentido enamorarse! Sí, es muy bonito, tiene sus cosas maravillosas, pero al final todo termina mal. La mayor parte de las veces es como un suicidio temporal. Y lo peor de todo, es que es un suicidio lento y, encima, premeditado.

Cambio de rumbo
La pregunta generalizada puede ser: ¿Qué sentido tiene un bloguero como yo que busca desesperadamente el amor hablando en contra del amor? Pues la respuesta es sencilla. Todo sentido que otorga una nueva desilusión, propia o ajena, eso da igual. Una nueva esperanza que se transformo en desesperanza. Los motivos, seguramente, serán múltiples. Al fin y al cabo, la única persona que los conoce es la depositaria de la esperanza.

Esto del amor es un juego. Yo juego a que no te hago caso para que te fijes en mí. Tu juegas a que no te intereso para ponerme a prueba y ver cuanto me interesas. El otro juega a hacerse el interesante para atraer a su “presa”. El de más allá intenta mostrarse tal cual es y conserva la esperanza de que lo acepten de esa manera… El juego del amor es absurdo, pero necesario. Sólo que, en ciertos momentos uno se cansa de jugar. La ruleta (¿rusa?) está bien hasta el momento en que casi lo has perdido todo y ya no te queda mucho más que apostar. Es cierto que siempre puede venir una racha de buena suerte, pero precisamente por eso es necesario, en ocasiones, retirarse a tiempo. Aunque muchas veces estés completamente seguro de que una de las mejores apuestas era esa que, por desesperanza o cansancio o falta de “señales”, dejaste de hacer.



martes, 15 de septiembre de 2009

¡¡Taxi!!

Madrid es una ciudad llena de taxis. Ha ciertas horas de la noche hay menos de los que se necesitan, pero con un poco de suerte siempre encuentras el tuyo. Más o menos como el amor, es difícil encontrarlo y en la esquina que menos lo esperas se cruza en tu camino.

Por Cristo Rodríguez

Este fin de semana quedé en encontrarme con unas amigas en el metro de Chueca. A las 21.15 horas ya estaba la primera esperando y a las 21.20 ya me estaba intentando localizar en el móvil. La cuarta nos contó, tras unas cuantas llamadas, que nuestros requerimientos telefónicos estaban siendo el despertador de su siesta, con lo cual, tardaría algo más de una hora en llegar. La tercera en discordia, nos llamó sobre las 21.35 para decirnos que fuésemos yendo hacía la sala Libertad 8
dónde veríamos un concierto.

Al encontrarnos con ella, casi en la puerta de la sala, nos contó que el taxista al escuchar su acento de canarias, le había dado una “treme-enda vue-elta por el ce-entro”. Y hablando de taxis
, vino a mi cabeza un hecho que le ocurrió a una amiga hace poco.

Situación: una de la mañana, vuelta a casa pos-visita familiar. Una heterosexual en la treintena en mitad de la ciudad y un taxi que para. “¿Hacia a dónde?” “a la calle X, por favor”. Hasta aquí todo normal. De repente y sin mediar palabra el taxi se detiene en el arcén en plena M-30, algunos coches hacen sonar sus claxones. El tráfico, aunque fluido a esas horas, se resiente con la brusca maniobra del conductor. “Pásate delante”. Ni una palabra más, ni una menos. El miedo y lo inhóspito del lugar llevó a mi amiga al asiento del copiloto.

En marcha de nuevo
Tras esta “parada técnica” el taxista emprendió la marcha de nuevo. A la vez que conducía se sacó la polla y comenzó a masturbarse. En el asiento de al lado, mi amiga comenzó a excitarse con la escena. El miedo, la tensión, los meses sin sexo compartido, la lujuria y el deseo se aunaron. “¿A que la tengo grande?”, ella mira, el miembro crecido, duro y excitado es lo único que sobresale del pantalón “Pues sí. Sí que la tienes grande...”. La escena es cada vez más cómica para ella y va perdiendo el poco miedo que le quedaba. “Enséñame una teta” dice, casi suplica el conductor. Con el poco pudor que la caracteriza, mi amiga saca un pecho, el taxista no da crédito y sigue conduciendo con la mirada dividida entre las calles de Madrid y el pecho de mi amiga.


Enfilan la calle X y el taxista para en el número indicado, aparca el vehículo y comenta “Si me invitas a subir, quedo aquí aparcado el taxi toda la noche”. Mi amiga, con su seno aún al aire piensa... Demasiado tiempo sin sexo obnubila sus pensamientos. FOLLAR, una bella palabra que hace tiempo no escenifica. Tiene claro que le apetece mucho follar, pero no follar con cualquiera. Tras comunicar la decisión un triste “Y me vas a dejar así...” sale de la boca del chofer. Una vez puestos... Mejor terminar ¿No? Además, la teta aún estaba fuera de la vestimenta, con lo cual... “Anda termina...”, pronuncia ella.

Son 13 euros
Unas cuantas sacudidas más fueron suficientes para que el joven descargase todo el semen de sus huevos. Muy maternal mi amiga sacó un paquete de pañuelos de papel y le ofreció unos cuantos. “Gracias”. Tras una exhaustiva limpieza, el taxista paró el contador. Marcaba 13 euros, “lo siento, te tengo que cobrar”. Sin pronunciar palabra mi amiga sacó el dinero y pagó.
Dos fueron los motores para no decir nada. Una es que ella no se “prostituye” por trece euros y la otra el orgullo, ya que es lo suficientemente autosuficiente como para no necesitar que nadie le pague el taxi. Tan autosuficiente que esa noche la terminó con sus fantásticos juguetes sexuales. Según ella, “los únicos que no me defraudan”.

Precisamente por eso, porque la cosa no está en follar sino en gozar, es por lo que muchos prefieren no arriesgar. Ya dicen: más vale “pájaro en mano” que ciento volando.

martes, 8 de septiembre de 2009

Mi mundo… De amor

Una gran cantidad de habitantes del planeta tienden a vivir una vida paralela a la real. Esto puede darse por varias razones. Una de ella son los trastornos mentales y otras, la mayoría, viven en su mundo por deseo propio.

Cristo Rodríguez

Un día de reencuentros con gente que hacía mucho tiempo que no veía. El verano terminó y ya andamos todos por Madrid con ganas de vernos y atendernos unos a otros. La quedada (oficial) fue sobre las 21 horas de la noche en el bar de la “Pili”, un pequeño y cutre-bar situado en la esquina de la calle infanta Isabel con San Eugenio. Por desgracia este lugar que nos gusta tanto se encontraba cerrado y hemos terminado en “La mentridana”, nuestra segunda opción. Tras una caña y unos “vermuses” nos hemos dirigido al restaurante donde terminaríamos cenando. “Il piccolino dell farfalla” lleva por nombre, un pequeño restaurante italo-argentino que incluye en el menú platos típicos italianos y unas ricas parrilladas argentinas.

Rica locura…
La cena transcurrió de forma agradable hablando de nuestra vida y obra durante los últimos meses en los cuales no nos hemos visto. Por supuesto el futuro ha ocupado una parte importante en la conversación. En relación con el por venir, allá por los postres, ha surgido el tema de nosotros con nuestras parejas… Una cuestión caliente y espeluznante a un tiempo.

Un par de heterosexuales y un par de homos componíamos la mesa. A pesar de las diferencias que pueden existir entre las distintas sexualidades, hay un punto donde todos hemos sido unánimes. Después de la primera o segunda cita ya comenzamos a imaginar la vida con la persona en cuestión. ¿Es esto la normalidad? ¿Realmente estamos tan interesados en encontrar una pareja que nos acompañe en el camino? O, simplemente, ¿Somos todos unos fantasiosos?

Estas preguntas han estado sobre la mesa. Todos, sin excepción, nos hemos confesado y el resultado ha sido el mismo. A todo el mundo le pasa lo mismo, aunque no todos se atreven a confesarlo. Quizá una postura un poco excesiva, pero si cuatro de cuatro coincidimos en nuestras elucubraciones nocturnas, ¿no es un número estadístico importante? Pero bueno, como ha dicho “D”, uno de mis amigos, “dios los cría y ellos se juntan…”

Sea de una u otra forma, nuestra confesión iba por el mismo camino. Una vez que conocemos a alguien que nos gusta, tras las primeras citas, ya nos vemos casándonos con ese ser e, incluso, teniendo niños, perros, coches y televisores de plasma. Todo un pack. Seguramente este pensamiento esté influenciado tanto por la religión estatal como por los principales modelos sociales instalados en nuestro país. Sea por modelos sociales, cultura religiosa, deseo de compartir nuestra vida con otra persona… lo que está claro es que nuestra cabeza se dispara rápidamente cuando compartimos una par de momentos agradables con una persona que nos hace, y a la que hacemos, “tilín”.

De bruces con la verdad
Todo esto es muy bonito, aunque “P”, uno de los comensales , ha puesto la nota de cordura. La magia del momento dura hasta que uno se da cuenta de que el otro no es tan perfecto, o hasta que el otro se da cuenta de que nosotros no somos tan perfectos. Ambos momentos nos traen de nuevo a la realidad y rompen de una forma brusca y desagradable nuestra preciosa burbuja de belleza familiar.

Sin duda este golpe no es nada agradable, pero otorga un punto de realidad a nuestro mundo de fantasía. Ese que todos tenemos y que es tan necesario para mantenernos cuerdos en este loco mundo. Aunque, claro, la fantasía es buena… Pero no en exceso… ¿O quizá si?

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Va de encuentros... Sexuales

Los encuentros sexuales, sobre todo los premeditados, pueden llegar a ponernos nerviosos por diversas razones. Lo que sentimos o podemos llegar a sentir por la otra persona, las primeras relaciones con alguien que nos gusta mucho, nuestra primera vez...

Cristo Rodríguez

Por regla general, los encuentros sexuales premeditados suelen poner nerviosos a muchos hombres. Según ciertos psicólogos, este comportamiento es absolutamente normal. Las causas son múltiples: miedo a la impotencia, eyaculación precoz, preocupación por el tamaño del pene, no resultar atractivo y no estar a la altura, entre otros muchas más "pajas" mentales.

En breve tendré uno de esos encuentros sexuales premeditados y, además, tengo muchas ganas de tenerlo. Esa tensión que recorre mi cuerpo no es única en mi, según los psicólogos, pero está más aguzada en unas que en otras personas.

Hay quien está peor

El domingo, mientras me hallaba estudiando para uno de los exámenes, que me toca hacer en esta convocatoria “excepcional” de septiembre, me llamó mi amiga "M" para que fuese a cenar a su casa. Un pequeño ático de unos 25 metros cuadrados, situado en pleno corazón de Madrid (muy cerca de sol), con una terraza de tamaño mini pero muy cuca. Cuando llegué al pisito su novio se encontraba luchando contra la pequeña barbacoa en la que tenían previsto prepararme la cena. Unas tortillas de queso muy mexicanas, unos pinchos de cerdo adobados muy españoles y unas brochetas de verduras muy "new age" componían el menú. Mi aportación, un par de bolsas de aperitivos tostados y una botella de gaseosa. Con todos estos pertrechos dispuestos para nuestra degustación, comenzamos a cenar poniéndonos al día de nuestras correspondientes vidas. Finalmente la conversación derivó en el hermano de mi amiga. Un chico que roza la treintena y que aún no ha tenido su primera experiencia sexual.

Esto de la virginidad que hace unos años era vista con muy buenos ojos, en la España seudoliberal, en la que nos hemos convertido, no está tan bien visto, sobre todo en los hombres. El objetivo de "M", la más liberal de todas las personas que conozco, es conseguirle una chica a su hermano para que por fin se estrene. Pero toda relación es abortada por él, con cualquier excusa, para no tener que llegar nunca a dicho momento. La confluencia de múltiples factores es lo que lo llena de miedos. Una infancia extraña, problemas con sus padres, obesidad infantil, mucha soledad y la ausencia de modelos sexuales son algunos de ellos. El principal de todos, la falta de autoestima. Al haberse criado como un "niño gordo" su cerebro no asume que su aspecto exterior ya no es el de antaño, de hecho existen más de 25 kilos de diferencia. Aún así la imagen que le refleja el espejo no es la misma que el tiene de sí en la mente. Esto, junto con ser virgen todavía hacen que el hermano de “M” invente cualquier excusa para no llegar a la cama de ninguna mujer. Sus métodos de evasión dos: Asusta a las chicas con su insistencia o les encuentra cualquier “fallo” para no seguir quedando, este último mucho más utilizado.

Además exite el factor de la otra parte, la que compondría o compondrá el tándem sexual. Del comentario que partió todo el debate que tuvimos sobre el hermano de mi amiga fue: “Es que con el problema que tiene mi hermano le va a costar encontrar a una pareja”. El famoso “problema” del chico es la virginidad. Y, aunque a mi me parecio excesivo catalogar el hecho como problemático, lo cierto es que en nuestra sociedad es difícil para un hombre de 29 años confersar que sigue siendo virgen, al menos sin tener repercusiones por ello. Y tan sólo esta confesión liberaria al sujeto, al que nos referimos, de la carga que le impide llegar “a termino” con sus relaciones de pareja. Pero el hecho de liberar esta información no suele estar en la mente de los adultos vírgenes.

La solución

En este caso, sus conocidos coíncidimos en lo mismo, sería bueno que su estreno oficial fuese con una mujer de vida alegre, vamos, lo que se llama, una puta. Estas profesionales son las más cualificadas para instruir a cualquier chico en materia sexual, siempre que sean buenas en su trabajo, claro está. El hecho de estar combrando libera de parte de la presión al sujeto y deja que el cuerpo, y la prostituta, lo guíe. Aunque es una de las opciones más liberadoras, si el chico no tiene la mente sexualmente abierta no sirbe. En concreto el hermano en cuestión no acepta esta posibilidad. Él quiere que su primera vez sea romántica y bonita, después de esperar tanto le da igual un tiempo más… Pero ¿esto es positivo o negativo? En su caso, seguramente termie consumando su primera vez tras una noche de deshinibición llena de alcohol con la primera que se le cruce por el camino o, quizá, no llegue nunca a tener un encuenro sexual.


Dejando este tema a un lado. Es evidente que los nervios ante el encuentro sexual no sólo se tienen en la perdida de la virginidad. La primera vez con una persona que nos gusta también nos situa en un estado de nerviosismo importante. Lo mejor ante eso es, sin duda, dejar las cosas claras y no estar “pelando la pava” durante meses. Si dos personas quieren sexo lo mejor es que se plantee el tema y se pase ese trance, el de la primera vez, lo más rápidamente posible. Aunque si la cosa va bien surgen más dudas ¿Qué pasará la próxima? ¿Será igual de buena? Estas preguntas, y muchas otras más, es lo que pone nuestro cuerpo en tensión ante el nuevo encuentro sexual. Sobre todo si la persona nos gusta más allá del simple polvo.

¿Y qué hacer ante esto? Nada. Esa es la mejor respuesta. Disfrutar de esos momentos de tensión nerviosa y gozar mucho la sensación ya que, tras los primeros encuentros con la misma persona, desaparece y con ella (la sensación, no la persona) el morbo especial de esos momentos.




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