lunes, 13 de mayo de 2013

El conejo de la suerte


Es curioso que para que para ligar con hombres, siendo un hombre homosexual, lo mejor el ir acompañado de una mujer. O, mejor dicho, y como mi propia amiga se denominó la pasada mañana, un conejo de la suerte.

Por Cristo Rodríguez

Mi amiga tiene, lo que vulgarmente se llamaría en España, un conejo entre las piernas. Un conejo, que cuando la chica es un poco mariliendres, es como el de Alicia en el país de las maravillas, un ser que es perseguido por maricas de todos los continentes porque saben que detrás de él o a través de él, en el mejor de los casos, se esconde la posibilidad de ligar con el amigo homosexual de dicha mariliendres. Pues bien, en esas estábamos la pasada noche, yo, tras mucho insistir, convencí a mi amiga para que me acompañase al nuevo local gay de moda de la noche Osleña, no es una gran cosa, pero que más se le puede pedir a esta ciudad.

Allí, la primera en ligar fue ella (¡como no!) que últimamente está que lo arrasa. Una linda chica se acercó a nosotros e intentó bailar conmigo, ¡conmigo!, yo que pensaba que la chica era una palurda que no se enteraba de que yo era un gay en un bar gay que no estaría interesado en ella le dije a mi amiga que era mejor huir de dicha pesada y bailar en otra parte.

Así que nos fuimos a unos pocos metros, al poco rato se le acercó un chico a mi amiga, un chico que yo conocía, y del cual gusto, de Gaysir (la pagina de contactos del país helado) y yo no cavia en mi de gozo pensando que el chico le hablaba de mi, cuando de repente llega la chica-palurda-a-la-que-yo-le-gustaba a la que resultaba que no era yo quien le gustaba sino mi amiga. ¡Mi gozo en un pozo! Mi amiga se disculpo de buenas maneras y le explico al chico que ella estaba allí acompañándome a mi y que no le gustaban las mujeres. El susodicho se presentó me habló un poco en su español aprendido en 6 meses (¡¡¡!!!) y yo que ya comenzaba a saborear las mieles de la victoria me quedé allí de pie y solo, en la soledad que uno se queda cuando lo dejan plantado, cuando el chico me dijo que volvía con sus amigos zanjando la conversación y cerrándola para siempre.

Me refugié en la danza con mi amiga hasta que divisé al hombre de mis sueños. Rubio, ojos azules, pelo largo enmarañado, brazo tatuado, guapo hasta decir basta y con un grupo de amigos de lo peor que uno se pueda encontrar en Oslo. Allí estaba mi Adonis esperando a que el destino nos juntase. Nuestras miradas se cruzaron y yo se lo dije a mi amiga, ella me empujaba hacia él y yo me resistía. Así estuvimos un rato el me mira yo lo miro y ninguna hacía nada hasta que mi amiga se ofreció a hacer de Celestina. La idea, que en un principio me pareció genial, comenzó en breve a parecerme absurda, así que, cuando ella iba de camino a decirle algo al chico, la paré y me lancé yo hacia él. Un Hola entrecortado y nervioso salió de mis labios. De esta forma comenzó todo, él estaba más que borracho, aun así no quería yo soltar a mi presa una vez que la había encontrado. El me preguntó con quién estaba y yo la señalé a ella, desde ese momento se hizo su mejor amigo. Hablaron en general de los temas de los que yo debería haber hablado con él, pero de una forma u otra fue ella quién nos unió hasta que él me preguntó si me apetecería irme de allí. ¿Por qué no? – dije yo. Lo siguiente un adió amiga y camino de su casa nos plantamos.

Allí me presentó a su perro y pasó, lo que en términos nocturnos, debía de pasar. Al terminar una ducha, un vaso con una pastilla de vitamina C y ¿tienes Facebook? ¡Sí claro! Tras esto un “lo siento, pero tengo que dormir solo hoy”. Ok, esta bien, lo entiendo (¡es la segunda vez en esta semana que me lo dicen no te preocupes!). Unos besos de despedida en la puerta y un Ha det godt.

A la mañana siguiente me desperté con un “me gusta” en una de mis fotos. Aún no había validado la solicitud de amistad, que yo mismo me había hecho desde su teléfono la noche anterior (con su consentimiento, he de decir), la cual tenía pensado no aceptar, pero ya que él había dado el paso de ver y poner algo en una de mis fotos, decidí cambiar de idea y decir Sí, quiero ser su amigo. Mi sorpresa llegó al ver que él Adonis que había conocido, era un ser amarrado por el yugo del compromiso. Le escribí a mi Conejo de la suerte para decírselo y me contesto que igual era una broma de esas que alguna gente pone en su Facebook. Acto seguido me puse a mirar todas su fotos. ¡¿Broma!? Que coño broma, no era una broma. El tipo tenía novio, más feo que yo, pero novio al fin y al cabo, y tenía pensado casarse con él. ¡Oh no! Esto si que era mi gozo en un pozo. ¡Por segunda vez en la misma semana!

A medida que el día ha ido pasando. El chico me ha escrito en Facebook, para decirme varias cosas, al principio sólo saludad y tal y después pedirme que no dijera nada de lo que paso (lo cual no estoy haciendo… jajajaja), tras esto me ha comentado que ha hablado con su novio de hacer un trío y que si me apetecía ser el tercero en discordia. Yo me he negado con un vago “lo pensaré, pero no me gustan los tríos con parejas, ni acostarme con gente con novio, gracias.” Así abierto, por si me lo pienso mejor no tener que arrepentirme de mis palabras.

En fin, no puedo decir que no, las cosas mejoran con un Conejo de la suerte. Al menos se movieron. Pero al igual que “la magia viene con un precio”, según dicen en la serie One upon a time, parece ser que la suerte también llega, sí, pero nunca sola, siempre viene con sorpresa…

1 Comentário:

Marta dijo...

aLAAA! pues prueba a quedar con los dos, quién sabe? :p

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