¡Ya basta!
¿Cuantas veces te
puede decepcionar una persona? La respuesta es fácil. Tantas como la dejes.
Por Cristo Rodríguez
En la pasada semana
santa conocí a un chico muy guapo y que parecía simpático. Desde el primer
momento yo me desmarqué y me tomé la quedada como un futuro amigo, así que
decidí que tuviéramos nuestro primer encuentro en un bar gay para tomar un café
diciéndole que así “podríamos mirar a los hombres guapos”. Cuando llegó me di
cuenta de que aquello podría haber sido un error, porque ese chico con el que
yo estaba quedando era, de forma inusual, mucho más guapo que las fotos que
mostraba en Internet. Tuvimos una tarde agradable hablando de diversos temas,
uniendo uno con otro sin ningún incomodo silencio de por medio, nos despedimos y
cada uno se fue a su casa. Yo pensando que el chico era supermono y no me
importaría conocerlo más, pero con la premisa de que mejor ser amigos porque el
no querría nada más. Al poco tiempo recibí un mensaje suyo que le había gustado
conocerme y ese tipo de cosas que uno interpreta como señales de que le gustas
a la persona que te las manda.
Así estuvimos
quedando casi todos los días de semana santa. Y, puesto que él había comenzado,
yo seguí escribiéndole mensajes como “que guapo eres”, “me gustas”, que sonrisa
tan bonita… Un montón de piropos que intentaba incluir en mis mensajes que
podían sonar como gracietas pero que eran bien ciertos. El no me daba mucho pie
(y mucho menos sexo) y al poco tiempo me dijo porque. Al parecer tenía novio y
ese era el motivo por el cual no había pasado nada, pero quería pedirme perdón
por no decirlo antes y decirme que lo acababa de dejar. ¡Zas!, primera ostia.
Yo lo entendí, a medias, pero qué más podía a hacer.
Por motivos de
trabajo me fui de Oslo una semana durante la cual nos seguimos mandando
mensajes y quedamos en que a mi vuelta quedaríamos para dormir juntos. El día
que volví se disculpó con un “lo siento tengo mucho trabajo esta semana y estoy
muy cansado”, con lo que me tocó dormir solo. De nuevo ¡zas!
A pesar de eso
seguimos quedando y yo, debido a que no entendía nada y la situación me estaba
empezando a hacer sentir mal conmigo mismo, tiré la toalla y me di por enterado
que sólo seríamos amigos y nada más. Un día pasó por mi casa para cenar después
de haber tomado un café juntos y al marcharse cogí mi toalla de nuevo y lo
bese, a lo cual respondió. Nos metimos en mi cuarto y nos estuvimos besando
durante un par de horas como colegiales. “No me apetece hacer nada ahora… Es
que… me he masturbado en mi casa dos veces esta mañana…” ¿? Esto, la verdad, no
sabía como interpretarlo. Me lo tomé bien, porque al estar tan feliz porque por
fin nos habíamos besado, mi cabeza no dio para mucho más. Bueno sí, comenzó a
volar pensando en lo mono que era y lo que me gustaría estar con él y que si él
no quería haber tenido sexo era porque quería algo más…
Tras esto quedamos
una noche para cenar en la que ¡por fin…! Sí, tras cenar juntos le dije que se
viniera a casa y me contestón con un “¿crees tu que debería?” que me cabreo en
su momento y que ahora entiendo un poco mejor. ¡Sí, claro! Una respuesta que lo
debió convencer porque esa noche no sólo se vino a mi casa sino que tuvimos un
sexo estupendo. Por la mañana se fue a su casa y yo con los amigos de una amiga
ha pasear por el bosque con el trato de vernos por la tarde. Cuando volví del
paseo le mandé un mensaje al que me contesto después de una hora en el que me
decía que estaba liado y que no podía quedar por el momento, que ya me avisaría
si eso… ¡Zas! Ya me parecía no tener cara para tanta ostia, pero de alguna
manera lo comprendí otra vez, creyéndome la idea de que realmente era que tenía
cosas que hacer y no es que no quisiera verme.
Después de algunos
días quedamos para cenar juntos y me invitó, finalmente, a pasar por su casa
para cenar algo. La llegada fue extraña porque ninguno de los dos sabia como
reaccionar ante el otro, si nos debíamos
besar o qué. Antes de la cena se acerco a mi en la cocina y me empezó a besar. Cenamos,
nos tumbamos en le sofá y allí seguimos besándonos y la cosa subió de nivel
mientras la perra de su compañera de piso, el animal no es que yo diga que su
compañera de piso, la cual no conozco, sea una perra, nos miraba. Cuando mi
pene salió de mi pantalón le dije que casi era mejor que nos fuésemos a la
habitación. Cuando nos desnudamos el me comentó que tenía que ducharse porque
no se sentía limpio que mejor ducharnos y luego seguir. Así que allí nos vimos
debajo del chorro caliente llenando de vaho los cristales de la mampara. Al
terminar, nos secamos y me fui al cuarto a tumbarme un poco en la cama pensando
que el haría lo mismo y que nos daríamos unos pocos de arrumacos. Nada más
lejos de la realidad, cuando el entró en la habitación se comenzó a vestir y me
dijo que tenía que sacar a la perra “¿habías pensado dormir aquí? Lo siento, es
que el otro día que nos acostamos no dormí nada y mañana madrugo para el
trabajo”. Casi tartamudeando dije “ah, no pasa nada, yo tengo que preparar la
mochila en casa para el trabajo también…” ¡ZAS! En mayúsculas.
Sacamos a la perra y
me llevó por el camino más cercano hasta el bus, uno diferente al que yo había
tomado para llegar a su casa y se despidió de mi de una forma fría y rara. Cada uno cogió su camino y yo, que tenía
planeado preguntarle qué era lo que nosotros estábamos teniendo, me fui por el
mío sin preguntar nada. Al poco de caminar paré en seco, pensé, me di media
vuelta, corrí un poco hasta casi alcanzarlo y sin llegar del todo a él aún le
espeté “¿Y nosotros que somos…?”, “no se yo no tengo nada en mente, ni nada
planeado… ¿Tú qué quieres?...”, “No se… Tu me gustas pero… (pedazo de subnormal
dos no tienen una relación si uno no quiere así que para qué coño me preguntas
que es lo que yo quiero… ¡¿Es qué no te ha quedado claro con que venga corriendo
hacía a ti después de habernos despedido?!) …igual podemos seguir quedando y
nos podemos seguir conociendo a ver que pasa”, “ok, me parece bien”, “ok, adiós
entonces…” Me di la vuelta y fui recogiendo los pedazos de mi corazón que
habían saltado por el parque hasta llegar a la parada del autobús. Ese Zas fue
duro, pero bueno aún quedaba una pequeña esperanza y siempre podríamos ser solo
amigos, lo cual era el plan principal.
A los dos días era
su cumpleaños y yo, con mi santa inocencia, le envié un mensaje felicitándolo
al cual contestó con un “gracias”. A las horas le escribí otro preguntándole
que si tendría alguna fiesta por la noche con sus amigos y demás, para unirme
evidentemente pero con la idea de un amigo más, y quizá de algo más, pero muy
remota. Ha pasado casi una semana y no
he recibido respuesta. Ha pasado una semana y no he recibido ni un mensaje en
absoluto. Ha pasado una semana y lo único que he tenido ha sido un “like” en
Facebook a uno de mis repost reivindicativos. Ha pasado una semana y no solo el
amante, ni el chico, el follamaigo, sino ni siquiera el “amigo” han dado señales de vida. ¡Zas!
Este último Zas es,
sin duda, el que más me ha dolido, porque me ha mostrado que el chico en cuestión,
que parecía tener dos dedos de frente y sincero, no era más que uno más que
quiere tener sexo y nada más, lo cual no esta mal cuando uno es sincero, pero
no está nada bien cuando uno lo reviste de la posibilidad de algo más. Igual
tampoco toda la culpa es suya, yo también tengo parte en este poner la otra mejilla, al fin y al cabo, uno no
puede pegar si el otro no se deja…
Publicar un comentario