domingo, 7 de julio de 2013

Tres mil besos tarde


Así, como el título de una de las canciones de Pastora Soler, llegan algunos a darse cuenta de que han perdido a la persona que querían ante sus narices y sin darse cuenta.

Por Cristo Rodriguez

Hace unas semanas estuve en Madrid visitando a unos amigos y, de paso, intentando conseguir un poco de sexo fácil en una ciudad plagada de maricas dispuesto a follar en cualquier momento. Pues bien, entre pagina de contactos, apps de contactos y demás, me encontré con un cuerpo muy sexy y me atreví a decirle algo sin saber que cara era la que le correspondía a ese cuerpo. Tras el “Hola, cómo estas?” de rigor, y al cabo del tiempo, el chico me contestó “Hola que tal?! Cuanto tiempo? No te acuerdas de mi?”. Al decirme esto me lancé presto a ver su fotos de nuevo y ver quien coño podría ser el propietario de un cuerpo así, al poco de mirar las fotos me llego la iluminación. ¡Pero si este es el bailarín-científico!

Si señores, un chico que paso por mi vida años atrás, con el que comencé a tener algo y con el que terminé de tener algo antes de comenzar a tenerlo. En fin, que os voy a contar que no sepáis ya debido a este blog, ¡la historia de mi vida!

Pues bien, la última vez que me encontré con este chico fue unos días antes de marcharme a Nueva York. Lo cual quiere decir que llevábamos casi tres años sin vernos. Y según recordaba, ese día lo pasamos muy bien, así que sin dudarlo un instante le dije “Ostia si! Claro que se quien eres! Que tal va la vida?”. Tras esto lo busque entre mis contactos de móvil, por si seguía teniéndolo y allí estaba ¡! Le escribí, me respondió y sin perder mucho el tiempo, y con la habilidad que tenemos los maricas para marcarnos una cita en menos que canta un gallo, quedamos para esa misma noche.

Al encontrarnos fue raro que me recibiera con una sonrisa tan amplia y unos ojos tan abiertos. Por el camino a su casa me preguntó sobre mi vida y obra y cuando yo le pregunté por la suya me dijo que le contase sobre mi que seguro que me habrían pasado cosas mucho más interesantes. Al día lo puse de mis últimos movimientos de los últimos tres años de mi vida, de una forma resumidísima claro está, ¡porque  sino de qué me iba a dar tiempo a contar tres años en escasa media hora! Al llegar a su casa el me contó algo de su vida, resumido en menos de 10 minutos y (¡por fin!) comenzó a besarme. Yo estaba deseando desnudarlo y ver como seguía teniendo ese cuerpazo que deje tres años atrás.  Por fin llegó el momento de quitarle la camiseta, y ahí estaba todo tal cual, todo en su sitio. El pecho perfectamente definido, unos abdominales perfectos, una espalda de impresión y unos pelitos cubriéndole la parte frontal del cuerpo que lo hacían ver tan sexy como había sido años atrás.

Tras en calentamiento fuimos a su cuarto y allí llego el plato fuerte. Al bajarse los pantalones allí estaba su polla tan grande y larga como siempre, un plato irresistible para mi que no veo muchas de ese tamaño en mi día a día. Manos a la obra nos pusimos, bueno, manos y bocas. Que si tu me chupas por aquí, que si yo te toco por aquí, que si me metes el dedito por el culo, que si yo te meto la lengua en la oreja… Lo normal de una relación sexual (homosexual). Y entre tanto llegó mi sorpresa, él, de vez en cuando, paraba en medio de tanto placer para mirarme a la cara con ojos de cordero degollado. Lo cual, como a cualquier persona normal le hubiese sucedido, me cortaba el calentón de vil manera. Pues nada, a duras penas conseguir mantener mi calentón y correrme al fin.

Todo me había parecido muy raro, pero lo entendí perfectamente desde que lo vi esperándome con los ojos tan abiertos y la sonrisa tan perfecta. Entre sus brazos después me dijo que me había vuelto tan frío como los noruegos, que ya no era el mismo que algunos años atrás y, de vez en cuando, me miraba, suspiraba y comentaba algo para el mismo.

Ahí estaba, el chico que un día me rompió el corazón, arrepintiéndose de haberme dejado escapar años atrás y preguntándose si podría volver a tenerme. Yo lo miraba, agobiado por tanto sofoco amoroso y tanta ñoñería. Yo, que no quería más que tener un buen polvo con un chico tremendo, me encontré de bruces con un ex enamorado arrepentido por haberme perdido.

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