Tres mil besos tarde
Así, como el título
de una de las canciones de Pastora Soler, llegan algunos a darse cuenta de que
han perdido a la persona que querían ante sus narices y sin darse cuenta.
Por Cristo Rodriguez
Hace unas semanas
estuve en Madrid visitando a unos amigos y, de paso, intentando conseguir un
poco de sexo fácil en una ciudad plagada de maricas dispuesto a follar en
cualquier momento. Pues bien, entre pagina de contactos, apps de contactos y
demás, me encontré con un cuerpo muy sexy y me atreví a decirle algo sin saber
que cara era la que le correspondía a ese cuerpo. Tras el “Hola, cómo estas?”
de rigor, y al cabo del tiempo, el chico me contestó “Hola que tal?! Cuanto
tiempo? No te acuerdas de mi?”. Al decirme esto me lancé presto a ver su fotos
de nuevo y ver quien coño podría ser el propietario de un cuerpo así, al poco
de mirar las fotos me llego la iluminación. ¡Pero si este es el
bailarín-científico!
Si señores, un chico
que paso por mi vida años atrás, con el que comencé a tener algo y con el que
terminé de tener algo antes de comenzar a tenerlo. En fin, que os voy a contar
que no sepáis ya debido a este blog, ¡la historia de mi vida!
Pues bien, la última
vez que me encontré con este chico fue unos días antes de marcharme a Nueva
York. Lo cual quiere decir que llevábamos casi tres años sin vernos. Y según
recordaba, ese día lo pasamos muy bien, así que sin dudarlo un instante le dije
“Ostia si! Claro que se quien eres! Que tal va la vida?”. Tras esto lo busque
entre mis contactos de móvil, por si seguía teniéndolo y allí estaba ¡! Le
escribí, me respondió y sin perder mucho el tiempo, y con la habilidad que
tenemos los maricas para marcarnos una cita en menos que canta un gallo,
quedamos para esa misma noche.
Al encontrarnos fue
raro que me recibiera con una sonrisa tan amplia y unos ojos tan abiertos. Por
el camino a su casa me preguntó sobre mi vida y obra y cuando yo le pregunté
por la suya me dijo que le contase sobre mi que seguro que me habrían pasado
cosas mucho más interesantes. Al día lo puse de mis últimos movimientos de los
últimos tres años de mi vida, de una forma resumidísima claro está,
¡porque sino de qué me iba a dar tiempo
a contar tres años en escasa media hora! Al llegar a su casa el me contó algo
de su vida, resumido en menos de 10 minutos y (¡por fin!) comenzó a besarme. Yo
estaba deseando desnudarlo y ver como seguía teniendo ese cuerpazo que deje
tres años atrás. Por fin llegó el momento
de quitarle la camiseta, y ahí estaba todo tal cual, todo en su sitio. El pecho
perfectamente definido, unos abdominales perfectos, una espalda de impresión y
unos pelitos cubriéndole la parte frontal del cuerpo que lo hacían ver tan sexy
como había sido años atrás.
Todo me había
parecido muy raro, pero lo entendí perfectamente desde que lo vi esperándome
con los ojos tan abiertos y la sonrisa tan perfecta. Entre sus brazos después
me dijo que me había vuelto tan frío como los noruegos, que ya no era el mismo
que algunos años atrás y, de vez en cuando, me miraba, suspiraba y comentaba
algo para el mismo.
Ahí estaba, el chico
que un día me rompió el corazón, arrepintiéndose de haberme dejado escapar años
atrás y preguntándose si podría volver a tenerme. Yo lo miraba, agobiado por
tanto sofoco amoroso y tanta ñoñería. Yo, que no quería más que tener un buen
polvo con un chico tremendo, me encontré de bruces con un ex enamorado
arrepentido por haberme perdido.
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