Yo en una fiesta
Lo de ir a una
fiesta en casa de gente no es nada normal para mi, asiduamente no estoy
invitado y cuando lo estoy, no puedo ir por motivos laborales, familiares o
quizá, simplemente, porque no me apetece. Pero las veces que voy, normalmente
acabo siguiendo el mismo patrón una y otra y otra y otra y otra vez…
Por Cristo Rodríguez
Hace unos cuantos
meses me invitaron a la fiesta de cumpleaños de un amigo de una amiga. Todos los participantes de la fiesta, excepto
mi amiga, eran hombres y homosexuales, un cockteil explosivo sino fuera porque
todos estaban o iban emparejados. Antes de la fiesta le comenté a mi amiga que
me dijera quienes eran parte de los participantes, no quería yo encontrarme con
alguien allí con el que me fuera a sentir incomodo. Sobre todo quería saber
quien era el cumpleañeros, para comprobar si había tenido algún tipo de
escarceo cibernético o real con él. Mi
sorpresa no fue no conocer al cumpleañeros, mi sorpresa fue saber que el
cumpleañeros me conocía a mi. Con parte de la información en la mano allí me
presenté, con mi amiga, el sábado por la noche. En principio había decidido no
ir a la fiesta porque tenía que trabajar, pero finalmente me decidí puesto que
no salí demasiado tarde del trabajo. Al llegar allí todos los ojos se volvieron
a mi, fue una de esas pocas veces en la vida en que sabes que casi todos los
que están en la sala desean echarte un polvo. No en vano, era evidente que mi
amiga y yo éramos los únicos solteros de la sala, y teniendo en cuenta que mi
amiga es una mujer, el único pedazo de carne de la sala que estaba libre y
comestible era yo. La sensación, he de confesar, me encantó. De todos los
posibles, había uno, solo uno que llamó mi atención, y hacía el dediqué mis
esfuerzos durante parte de la noche.
En cierto momento me
encontré, encantado, sentado entre tres hombres, cada uno de los cuales quería
robar mi atención a los otros, y entre ellos sólo uno que me interesase, el uno
del que he hablado en el párrafo anterior. Pero allí me encontraba yo encerrado
entre tres, queriendo estar con uno y sin posibilidad de escapar. Mi mayor
sorpresa fue cuando el anfitrión cumpleañero y marido del dueño del piso dónde
nos encontrábamos me confesaba hasta el hartazgo cuanto le gustaba, desde
cuanto tiempo y como me seguía de camino a mi casa algunos días que me veía por
la calle. Una situación bastante incómoda de la que salí por la tangente.
De repente el que me
gustaba salió fuera del piso mirándome y yo lo seguí Así de simple fue para mi repetir
mi patrón de actuación en las fiestas gays caseras. Allí, en mitad del pasillo
a los ojos de todas las mirillas de la planta, estábamos él y yo comiéndonos a
besos, sin poder detener las manos que rozaban todo lo que decentemente se
puede rozar y se introducían donde la decencia comienza a perderse. Yo antes de
ir a la fiesta previne a mi amiga sobre mis acciones en las fiestas, “yo
siempre que voy a una fiesta gay, acabo con alguien en el baño comiéndole el
nabo”. Así que, para ser fiel a mi mismo allí y a mi patrón dejé correr mis
instintos primarios. Allí estaba yo comiéndole la polla a un cubano en el
pasillo de un edificio junto al rio Aker en Oslo a muchos kilómetros de
nuestras países y muy cerca del que me acababa de confesar que estaba loco por
mi, ¡su amigo el cumpleañero! El mismo que minutos después salió y nos encontró
en el pasillo recomponiendo nuestras ropas. Su cara fue igual que la de alguien
que descubre que su pareja le engaña. Yo, no sabia que papel jugaba, si el de
la pareja o el del amante. Con cara de culpabilidad el cubano y yo, y con cara
de cabreo el cumpleañero volvimos al piso. El cubano, al cual su
novio-amante-marido estaba esperando en casa, se fue no mucho después del
percance, dejándome a mi con las ganas de llevármelo a casa y al amigo con la
impotencia de no poder cantarle las cuarenta en unas horas cuando se encontrase
un poco más bebido.
Mi amiga y yo nos
retiramos los últimos de la fiesta. Sin ningún pudor, porque a mi no me pilla
esto de nuevas, porque tal y como le dije a mi amiga, yo tengo experiencia en
estas lindes. No en vano, no era la primera vez que me encontraba en mitad de
una fiesta, comiéndome la polla a alguno de los asistentes y quizá, con suerte,
tampoco será la última…
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