El poder del NO
Es curioso como una
simple palabra puede hacernos sentir tal bien o tal mal con nosotros mismos en
función de si la utilizamos o no con respecto a nuestra necesidad y
conveniencia.
Por Cristo Rodríguez
En tan sólo un fin
de semana he podido experimentar en mis propias carnes lo bueno y lo de malo de
decir o no decir NO a algo que no quieres hacer, bien sea por convicciones,
deseo, necesidad o ganas. El viernes por la noche no quería salir, estaba
totalmente convencido de ello, pero finalmente una llamada por teléfono me
convenció, cambie de planes y salí a “disfrutar” de la noche en Oslo. He de
decir que fue una noche genial, me lo pase como un enano y, hacía mucho tiempo
que no me alegraba tanto de haber dicho que sí a algo que, en principio, no
quería hacer. Esa misma noche se
me acercó un chico con el que había hablado varias veces y me dijo que cuándo
íbamos a quedar en privado y blablablá, yo le dije que si quería tomar un café
un día era genial por mi, pero que poco más íbamos a tener, el me preguntó que
porqué, que si no me gustaba y yo le dije que no. El sujeto en vez de aceptarlo
tal cual me miró con cara de incredulidad y me dijo, ¿me lo estás diciendo en
serio?, yo le dije que si y, por suavizar le comenté que no tenía que ver con
que él no fuese guapo que lo era sino con que a mi NO me gustaba. Indignado se
fue de mi lado y yo volví con mis amigos a seguir bailando feliz de haber sido
capaz de ser sincero. No me preocupó hacerle daño porque no se lo hice en
ningún momento, el chico en vez de sentirse herido por mi negativa se sintió en
plan “como puede ser que YO no te guste a TI”, con lo cual ningún remordimiento
vino a mi cabeza después.
El sábado por la
noche salí de nuevo, lo llevaba esperando toda la semana porque, según mi parecer
o convencimiento, al cambiar la hora, podríamos disfrutar, en esta ciudad en la
que todo cierra a las tres de la noche, de un hora más de “marcha
desenfrenada”. La cosa no fue así, a las tres fueron las dos y, por un día y
sin que sirva de precedente, espero, todo cerró a las dos. Pero bueno, esto no
es a lo que quería yo llegar. El caso es que, estando en mitad de la pista de
baile me encontré con un viejo conocido, el cual vino hacia
mi con bastante ímpetu. Durante toda la noche estuvo intentando bailar conmigo,
tocarme, acercarse, a pesar de algunos de mis “necesito espacio para hablar”,
“si sigues tan cerca no puedo moverme”, “no me toques tanto” y comentarios de
esa índole. Yo creía que el chico se había dado por enterado de que yo no
quería nada con el, aunque a su pregunta de “¿Te vas a venir conmigo esta
noche?” Yo le contesté con un abierto “ya veremos”, pero cuando todo terminó
(¡A las dos de la mañana!) el chico, tras una charla de apoyo moral de un amigo
suyo, me siguió hasta la parada de autobús. Allí hablamos un rato, me dijo que
le gustaba y yo le comenté que normalmente no me voy a casa con gente por la
noche porque no me gusta cuando la gente esta bebida, a lo que, obviamente,
contestó que él no estaba bebido. Unos besos en el cuello, un roce de cuerpos,
cubiertos de mucha ropa, y una cara de deseo era la estampa que podía verse.
Ante mi frialdad la situación cambio ligeramente, de tal forma que el comenzó a
llamarme frío, creído y cosas por el estilo, a las que yo asentí con fruición.
Parece que sientes mejor que nadie, ¿no? Pues sí, me sentía mejor que nadie,
normalmente me siento así cuando salgo desde mi posición de abstemio de los
últimos meses y de chico duro que no se va a casa con cualquiera por muy
caliente que me encuentre, la posición que da el valorarse uno mismo.
Finalmente llegó mi autobús, yo le dije, este es el mío, y el me dijo, no lo
vas a coger, tu te vienes conmigo. Sí, sí, lo voy a coger, le respondí, si
quieres algo de verdad ya te pones en contacto conmigo durante la semana,
tomamos un café y ya vemos que pasa. Y así lo dejé, con su calentón, su opinión
sobre mí persona y el frío que le tuvo que producir el irse andando y sólo a
casa.
El domingo, como era
de esperar, me encontraba de calentón, y el subidón de ego del sábado aun me
ponía más caliente si cabe. Así que decidí quedar con un chico con el que
llevaba hablando un tiempo por gaysir. Allí estaba el a las 22 de la noche de
un frío domingo de casi noviembre en la puerta de mi casa. Desde el primer
momento que lo vi sabía que no quería nada con el, pero con el frío que hacía
fuera y después del viaje que había hecho de su casa a la mía, decidí dejarlo
entrar y estuvimos hablando un rato. Al ver que la cosa no iba a ningún sitio
se decidió a irse con un “bueno, y qué hacemos, ¿quieres dormir ya o qué?”. Por
compromiso más que otra cosa lo besé, en cuanto se quitó la camiseta me
reafirme en que el chico no me gustaba en absoluto. Aún así no sabía como parar
la situación llegados a este punto, así que ahí estaba el haciéndome una mamada
mientras que yo no quería mirarlo por la grima que me daba. Por suerte en menos
de cinco minutos comiéndome la polla se corrió, llegándome un poco de su
esperma a la pierna incrementando la sensación de malestar y suciedad que me
invadió desde el segundo beso que nos dimos. Tras terminar, me pregunto si
quería correrme a lo que apresuradamente dije que no, que estaba bien así. Sin
decir mucho más nos despedimos, haciendo la despedida lo más corta posible e
intentando disimular mi incomodidad, de la que el pareció no percatarse.
El placer y
bienestar que el NO del sábado me provocó, se convirtió en triste decepción el
domingo por la noche. Así de fácil, todo se derrumbó como si estuviera
construido en polvo. Una simple palabra, un simple gesto, una simple actitud
que tiene una respuesta directa sobre nuestro psiquis y estado de ánimo
positivo o no dependiendo de si tomamos esa actitud, decimos esa palabra o
esgrimimos ese gesto. Así de fuerte es el NO. Así de fuerte es sobre nosotros y
los que nos rodean, pero no hay que olvidarse de algo muy importante, el
primero que nos importa en primera instancia es siempre el Yo y el psiquis
propio, si nos encontramos bien con nosotros mismos, podemos estar bien con los
demás y eso nos devuelve más confianza y positividad aun. El NO no es fácil, el
truco esta en entrenarlo y, a veces, flexibilizarlo un poco, pero sólo hasta un
límite que no nos perjudique.
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