¿Y ahora dónde coño estoy?
El amor. Esa palabra tras la que muchos pasamos corriendo
toda nuestra vida. ¿Pero es esto así? ¿Corremos, en una carrera desenfrenada, a
lo largo de nuestra vida buscando el amor? ¿O corremos buscando algo que no
tenemos ni idea de lo que es?
Por Cristo Rodríguez
Durante gran parte de mi vida, y de este blog en concreto,
he dicho muchas veces ir buscando EL AMOR, no un amor cualquiera que rellenase
mi vida con dulces y caramelos, no ese no el otro, el grande. El caso es que, de
un tiempo a esta parte, cada vez que pienso en tener una relación estable con
alguien en concreto, el ligue de turno por ejemplo, me entran unas horribles
ganas de vomitar. Así, sin más, no importa lo maravilloso que ese alguien sea,
mi estómago comienza a revolucionarse y empiezo a sentir una sensación extraña
en mi garganta, algo así como si unas pequeñas manos internas la estrujasen
desde dentro. No me cuesta respirar ni nada de eso. Lo único que me ocurre, con
esas ideas de formar una pareja, es que estoy
a punto de vomitar. Con lo cual, para no acabar echando por la boca los
maravillosos platos de comida que me meto entre pecho y espalda últimamente,
tengo que parar de pensar en ese ligue de turno como una futura pareja.

Desde pequeño las imágenes de familia perfecta nos invaden
allá dónde vamos. Incluso algunos famosos pretenden convencernos de que la
familia perfecta existe. Últimamente, y con motivo del movimiento reivindicativo
gay a favor del matrimonio homosexual, se nos está incluso vendiendo la perfecta
imagen de familia homoparental. Pero, hasta la fecha, yo no he conocido a un
matrimonio perfecto en mi vida, más allá de las películas de Hollywood o de las
maravillosas postales fotográficas que algunas campañas publicitarias y
revistas nos ofrecen. Todas las parejas tienen algún fallo. Todas las parejas
que he conocido, hasta las que parecen más perfectas, tienen un resquicio de
imperfección visible, que si rascamos con perseverancia se nos muestra una gran
montaña de imperfección. Aún así, los medios, nos hacen crecer con la idea, y
desgraciadamente el anhelo, de la familia perfecta. ¿Será eso lo que vamos
buscando? O peor aun, ¿será eso lo que YO voy buscando?
Cuando era bien pequeño una idea fija fluía libremente por
mi cabeza, “no me voy a casar nunca, voy a ser una persona que disfrute vagando
por el mundo, descubriendo nuevas ciudades, personas, culturas…”. Con el tiempo
esa idea fue siendo emparedada en el muro más interno de mi cabeza por bellas
imágenes disneynianas de familias perfectas. El caso es que esa idea de niño ha
seguido ahí en mi cabeza durante años, creándose así, sin yo enterarme (mucho),
un ser psicopático que a la vez que quería ser libre se empeñaba en buscar el
amor y mantener una relación, y así, ninguna de las dos opciones me hacen hoy
completamente feliz.
A pesar de ser, en cierta medida, el chico que cuando era
niño quería ser, no me siento completo estando en soledad. No se si es por
influjo de la cultura de la perfección o si es porque en realidad las personas
necesitamos estar acompañadas, por alguien especial, que se encuentre a nuestro
lado en el camino. Aunque esta relación este bien lejos de la perfección.
Por ahora, y para no volverme loco, creo que me quedaré con
el amor superficial y volátil que ofrecen las relaciones cortas, cosa que
últimamente parece satisfacerme mucho más. Tener unas cuantas parejas a la vez,
con las cuales ir al cine, cenar, pasear por la ciudad, tomar café y, por
supuesto, practicar sexo. Un sexo que cambia constantemente a la vez que las
parejas con las que dicho sexo se practica. Eso sí, siendo en todo momento
sincero y claro con dichas parejas. Nadie tiene derecho a “joder” la vida de
nadie de forma gratuita.