domingo, 7 de julio de 2013

Mi primera vez

El recuerdo de la primera vez es algo diferente en cada uno de nosotros, en algunos casos esta lleno de alegría, en otros de nostalgia y en muchos otros, como es mi caso, de una desagradable sensación, aunque el tiempo la haya desteñido por suerte.



Por Cristo Rodríguez



Durante años el recuerdo de mi primera vez estuvo totalmente borrado de mi mente. Con aproximadamente veintiún años me mudé a Madrid para comenzar a estudiar teatro, lo cual hice al año siguiente gracias a las pesquisas de mi buena amiga N. El primer año todo fue muy bien, un poco de improvisación, unas clases de cuerpo, una miaja de relajación, etc., todo ese rollo que tanto nos gusta a los actores, el segundo año comenzó la parte difícil, la introversión personal en la que uno busca la mierda de dentro para sacarla fuera y aprender a amasar las emociones como si fueran un pan que hay que meter en el horno. Uno de los ejercicios fue buscar una situación de nuestra vida que nos hubiese marcado mucho. Hasta ese momento yo no tenía mucha idea de que mi primera vez fue mi primera vez.



Parece ser que en el fondo de mi memoria había quedado registrado las visitas al rio que hacía con el hijo de una prima de mi padre. Esa primavera en la que visitamos la orilla del rio, la cual me enteré que el chico y yo éramos familia, hay una gran mezcla de recuerdo en mi cabeza, la mierda de vaca, color amarillo, el sonido de las cigarras, cardos, color azul… Ahora no sabría decir si aquello me gustó o no, el caso es que aquella fue también la primera vez que probé el interior de un cardo. El chico, que no tendría más que unos tres o cuatro años más que yo, que tenía unos seis aproximadamente, me pidió que le chupase la polla, yo que era muy religioso por esa época, debí decirle que no y él me dijo que no pasaba nada, que aquello no era malo y que su poya tenía el mismo sabor que los cardos. No recuerdo si fue el mismo día u otro él había comido un cardo y me dijo que estaban buenos, al ver mi cara de asco me debió de dar a probar y el cardo me gusto. El caso es que, fuera por el cardo, porque aquello no me parecía tan mal, porque me sentí presionado o vete tu a saber porque,  acabé chupándole la polla.



No se, o mejor dicho no recuerdo, si a esa primera vez le siguieron más, si de las chupadas se pasó a mayores, ni si hubo reciprocidad bucal. Lo que si se es que me hubiese gustado tener control, y poder decidir, sobre mi primera vez porque es algo que cuando pasa ya no hay forma de recuperar nunca jamás.



Cuando lo leo escrito aquí no suena tal mal, es más, mezclado con el resto de recuerdos se ve casi idílico, pero cuando lo recuerdo en mi mente no lo siento así, es más, una sensación de desasosiego y de ganas de salvar a ese niño me recorren el cuerpo, pero ya nada puedo hacer, la vida es como es y ese niño que ahora soy yo se convirtió en un adulto que siente que ese niño sigue estando con él muchas veces. Así fue, si mucho más que decir, mi primera vez.

Tres mil besos tarde


Así, como el título de una de las canciones de Pastora Soler, llegan algunos a darse cuenta de que han perdido a la persona que querían ante sus narices y sin darse cuenta.

Por Cristo Rodriguez

Hace unas semanas estuve en Madrid visitando a unos amigos y, de paso, intentando conseguir un poco de sexo fácil en una ciudad plagada de maricas dispuesto a follar en cualquier momento. Pues bien, entre pagina de contactos, apps de contactos y demás, me encontré con un cuerpo muy sexy y me atreví a decirle algo sin saber que cara era la que le correspondía a ese cuerpo. Tras el “Hola, cómo estas?” de rigor, y al cabo del tiempo, el chico me contestó “Hola que tal?! Cuanto tiempo? No te acuerdas de mi?”. Al decirme esto me lancé presto a ver su fotos de nuevo y ver quien coño podría ser el propietario de un cuerpo así, al poco de mirar las fotos me llego la iluminación. ¡Pero si este es el bailarín-científico!

Si señores, un chico que paso por mi vida años atrás, con el que comencé a tener algo y con el que terminé de tener algo antes de comenzar a tenerlo. En fin, que os voy a contar que no sepáis ya debido a este blog, ¡la historia de mi vida!

Pues bien, la última vez que me encontré con este chico fue unos días antes de marcharme a Nueva York. Lo cual quiere decir que llevábamos casi tres años sin vernos. Y según recordaba, ese día lo pasamos muy bien, así que sin dudarlo un instante le dije “Ostia si! Claro que se quien eres! Que tal va la vida?”. Tras esto lo busque entre mis contactos de móvil, por si seguía teniéndolo y allí estaba ¡! Le escribí, me respondió y sin perder mucho el tiempo, y con la habilidad que tenemos los maricas para marcarnos una cita en menos que canta un gallo, quedamos para esa misma noche.

Al encontrarnos fue raro que me recibiera con una sonrisa tan amplia y unos ojos tan abiertos. Por el camino a su casa me preguntó sobre mi vida y obra y cuando yo le pregunté por la suya me dijo que le contase sobre mi que seguro que me habrían pasado cosas mucho más interesantes. Al día lo puse de mis últimos movimientos de los últimos tres años de mi vida, de una forma resumidísima claro está, ¡porque  sino de qué me iba a dar tiempo a contar tres años en escasa media hora! Al llegar a su casa el me contó algo de su vida, resumido en menos de 10 minutos y (¡por fin!) comenzó a besarme. Yo estaba deseando desnudarlo y ver como seguía teniendo ese cuerpazo que deje tres años atrás.  Por fin llegó el momento de quitarle la camiseta, y ahí estaba todo tal cual, todo en su sitio. El pecho perfectamente definido, unos abdominales perfectos, una espalda de impresión y unos pelitos cubriéndole la parte frontal del cuerpo que lo hacían ver tan sexy como había sido años atrás.

Tras en calentamiento fuimos a su cuarto y allí llego el plato fuerte. Al bajarse los pantalones allí estaba su polla tan grande y larga como siempre, un plato irresistible para mi que no veo muchas de ese tamaño en mi día a día. Manos a la obra nos pusimos, bueno, manos y bocas. Que si tu me chupas por aquí, que si yo te toco por aquí, que si me metes el dedito por el culo, que si yo te meto la lengua en la oreja… Lo normal de una relación sexual (homosexual). Y entre tanto llegó mi sorpresa, él, de vez en cuando, paraba en medio de tanto placer para mirarme a la cara con ojos de cordero degollado. Lo cual, como a cualquier persona normal le hubiese sucedido, me cortaba el calentón de vil manera. Pues nada, a duras penas conseguir mantener mi calentón y correrme al fin.

Todo me había parecido muy raro, pero lo entendí perfectamente desde que lo vi esperándome con los ojos tan abiertos y la sonrisa tan perfecta. Entre sus brazos después me dijo que me había vuelto tan frío como los noruegos, que ya no era el mismo que algunos años atrás y, de vez en cuando, me miraba, suspiraba y comentaba algo para el mismo.

Ahí estaba, el chico que un día me rompió el corazón, arrepintiéndose de haberme dejado escapar años atrás y preguntándose si podría volver a tenerme. Yo lo miraba, agobiado por tanto sofoco amoroso y tanta ñoñería. Yo, que no quería más que tener un buen polvo con un chico tremendo, me encontré de bruces con un ex enamorado arrepentido por haberme perdido.

El placer de gustar


Hay veces en la vida, pequeños momentos, en los cuales lo más importante deja de ser el sexo. Cuando no podemos tener acceso a él, bien sea porque estamos muy ocupados o bien sea porque no encontramos a la persona con cual tenerlo y demás, simplemente el hecho de gustarle a los demás, de provocar el deseo sexual en otras personas puedes ser suficiente para satisfacer nuestras necesidades básicas.

Por Cristo Rodríguez

Aquí me encuentro, en la isla española menos española de todas, Las palmas de Gran Canaria. Aquí, dónde todo es sol, cuerpos con poca ropa, calor, agua, playa, fiesta y diversión, y por supuesto turistas, yo vengo por motivos laborales y no me queda casi tiempo libre para dedicármelo a mi mismo, ver a algunos conocidos que tengo por aquí o hablar con mi familia por Skype. Lógicamente hablar de echar un polvo esta más que descartado. Como ya he comentado anteriormente algunas redes sociales son muy actas para follar o, mejor dicho, buscar alguien con quien hacerlo. Cumplen su función a la perfección, pero claro, luego esta el factor humano, que le gustas a los que no te gustan, que los que te gustan no están interesados en ti, que si no tengo tiempo… Así que, en conclusión no funcionan tan bien como deberían. A lo que iba, aquí en la isla, he encontrado a varios chicos con los que me hubiese ido a la cama, no solo en las plataformas cibernéticas sino en alguno de los paseos que he dado por la isla. La zona en la que me encuentro está llena no sólo de turistas sino de turistas homosexuales, ya se sabe unir turista a sol y playa es hablar de sexo, pero unir turista homosexual a sol y playa… Para que voy a seguir. El caso es que a mi, por cuestiones laborales, solo me quedan libre las noches después de las 24 en casi todo el resto de Europa, una hora menos en Canarias, eso quiere decir que aquellos con los que quiero quedar tendrían que estar disponibles a esa hora, lo cual no ha ocurrido, así que no ha habido sexo.

Lo que sí ha ocurrido ha sido el hecho de que muchos se han fijado en mi, les he gustado y me han dicho guarradas muy bonitas. Lo cual, teniendo en cuenta que en Oslo mi atractivo sexual debe estar en mínimos porque no recibo piropos con asiduidad, me ha sentado muy bien y, como decía, me ha aliviado mi deseo-necesidad-o vaya usted a sabe qué de tener sexo. ¡Pero si incluso ayer me confundieron con un prostituto! No saben ustedes lo que sube la autoestima cuando a uno lo ven atractivo suficiente como para venderse en una isla en la que el 90% lo hace gratis.

Es curioso cómo el ser humano puede conformarse con tan poco. Un alago, una sonrisa, que se te queden mirando por la calle de forma descarada, que te digan que te han visto y que eres mucho más guapo en persona que en las fotos del perfil, que se crean que eres prostituto… Como esas pequeñas cosas de la vida hacen que nos sintamos mejor con nosotros mismos. Cuánto placer puede llegar a dar el recibir una sonrisa y lo íntimo que puede llegar a ser, muchas veces y en la mayoría de ocasiones es incluso más íntimo y placentero que el tener unos pocos y rápidos minutos de placer con un desconocido que acabas de ver en un chat del cual sabes poco y que te aporta aún menos a tu vida…

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